miércoles, 5 de diciembre de 2007

Facebook

Ayer leí que habían valuado a Facebook en una millonada. No se sabe, pero probablemente su creador (a, es, as) terminen como los de google y los de youtube y quién quita y hasta como los de Apple y Microsoft.
En realidad, no me sorprende para nada. Aunque confieso que soy un terrible adicto al Facebook (por chismoso y por ególatra más que por otra cosa), lo que más me tiene sorprendido a raíz de mis últimos encuentros con la web-based application es la cantidad de gente de tan distintos ámbitos de mi vida. Hasta hoy van ochenta y dos (una piltrafa comparada con los cuatrocientos y pico de Ale Castillo) personas from all walks of my life, incluyendo familia (con la que no hablo bien desde hace quince años, seguramente), amigos lejanos de otras partes del país y del mundo, integrantes de un viaje de niños que famosa compañía de productos de consumo realizara, más integrantes de un viaje de adultos jóvenes y borrachos que su némesis organizara, personas con las que trabajo en esta última, personas con las que actué obras de teatro y pastorelas hace cinco, siete años, profesores cándidos, hermana, integrantes de la agrupación gremial más desmadrosa que yo haya conocido, por supuesto excompañeros de la generación que amé y odié con locura y demasía, un exnucleado, un solo nucleado (lo cual no me extraña), compagni della clase della lingua della antica Esperia, familia política, económica y social, entre otros colados. Facebook se ha convertido en una de las redes globales más poderosas de la historia, y su versatilidad y representatividad de todas las locuras y pasiones humanas. La verdad, en esta aplicación he hecho cantidad de cosas que de ningún otro modo hubiera hecho y eso me parece genial.
Ahora, no faltará el típico que juzgue que la comunicación frente a frente ha menguado con la hiper-tecnologización de nuestras vidas y se desgarre las vestiduras por ello, llamando a "rescatar el arte de (lo que venga en gana)". La verdad, ni lo veo ni lo oigo; aunque sí le puedo refutar una: no se puede perder el arte de conversar físicamente con una persona por una sola razón en específico llamada CH3-CH2-OH.

En tema relacionado, he estado leyendo últimamente algunas opiniones (también desgraciadamente típicas) de un tal Bill McKibben sobre que hay que detener el comercio global y regresar a la localización, es decir, autoconsumo. Las razones nos causan un bostezo: "We are depleting natural resources and..."
Creo que Don Boudreaux le dio al clavo en Café Hayek cuando cuenta que tiene en su oficina un poster donde dos cavernícolas aparecen en la siguiente conversación:
-Tenemos aire limpio, agua pura, hacemos mucho ejercicio, todo lo que comemos es orgánico y no vivimos más allá de los treinta años.
Dice mucho, ¿No?