viernes, 29 de febrero de 2008

¿A dream worth keeping?



Acá en mi pueblo el periódico que suelen arrojar a tus puertas (gratuitamente) los miércoles y sábados recibe el nombre de "Ecos", un pasquín tan apegado a nuestra realidad como la horrenda combinación halloweenesca (negro y naranja) de sus colores y por supuesto, su contenido editorial tan variado:

Denuncias por el mal servicio de la compañía de luz (zzzzzz...), denuncias por el mal servicio de las tiendas "x", denuncias por cobros indebidos de telmex, plegarias, retahílas mogigatas, exhortaciones a mantener la unidad de la familia (mediante la dictadura de los padres, por supuesto), bravatas políticas priístas y cinísticas contra los pasmantemente estúpidos gobiernos de Durán & Co.; y mis favoritos: las columnas de dos viejitos que no deben tener otras cosas quehacer:
Uno es el típico agorafóbico que de repente se vuelve malthusiano y propone el control poblacional absolutamente coercitivo; y otro que critica sin ton ni son, pero que entre otros "abajofirmantes" usuales, siempre vive quejándose de cómo se ha deteriorado la vida en este recóndito rincón de Chill&GoLand desde que el sueño agringado de "ciudad fuera de la ciudad", bendecido por Kennedy himself, se irguiera como el sueño de superación de un país que vivía en los cuernos de la luna y de una clase media pujante a la "Casi el paraíso".

Pues bien, como todo en esta ciudad (iba a decir país, pero el norte me ha convencido de lo contrario), la infraestructura urbana se ha deteriorado: las losetas de concreto, tan perfectas y tan caras se rompieron tras cuarenta y tantos años, los modernos letreros de los circuitos han perdido las esquinas, se autorizan negocios por todos lados, el boom inmobiliario también ha alcanzado a la zona, el tráfico es insufrible por tanta escuelita y porque ya es zona de paso a otros satélites de la ciudad.
En resumidas cuentas, porque la planeación urbana se fue al diablo.
No sé si Satélite sea una ruina de lo que solía ser. No viví para ver aquellas épocas gloriosas. Quiero pretender que lo más cercano mis visiones fue Plaza Satélite antes de su primera remodelacion, el cine Apolo, el autocinema, el Burger Boy (que mi madre odiaba), El Boliche con sus líneas viejas y su scoring manual con lápiz, El McDonalds de siempre (y también antes que lo remodelaran), el Bazar que nunca ha cambiado...
No vi a la generación de mis tíos apoderarse de la cultura sateluca, porque ellos fueron los equis, hijos de los anteriores a los boomers que llegaron por primera vez a esta "tierra del edén". Y de los boomers que llegaron aquí de niños y que nos engengraron, quedan pocos recuerdos.

Creo que quienes lloran por la gloria perdida de Satélite lo hacen movidos por una cosmovisión mítica y mística del éxodo: el salir de una ciudad que se salía de control y que ahora, por un pecado terrible que no pueden descifrar (en su mentalidad, seguramente de algún político), la ciudad ha regresado y ha engullido su gran ideal.

Satélite no es un sueño que valga la pena mantener (o regresar a su estado primigenio) porque ya no estamos en el desarrollo estabilizador, porque ya no usamos corbatas delgadas, trajes cafés y lentes de marco grueso. Porque Keynes murió. Porque Galbraith murió.


Sin embargo, nos ha tocado retomar la antorcha. Porque ese Satélite ya no existe, debemos aprender a valorar lo lejos que hemos llegado y lo que es conservable: por nuestras losetas rotas, por nuestra Cúspide, por las pedas en las casas, por el aire que a veces se huele limpio, por los cerros que aún vemos, por nuestra presa Madín, por nuestras cachunescas prepas, porque todos saben todo de todos, porque un pueblo chico es un infierno grande, porque somos los arribistas más adorables de la ciudad y probablemente del pais, por la vida que nos dio, por la vida que nos quitó...


Pero en fin, si hay una constante en este mundo es el cambio, y los hijos de los equis serán los siguientes en llegar a este recodo del camino de quienes tuvimos a bien llegar aquí...


Mientras tanto, un par de fotitos del recuerdo y el video que a más de uno arrancará lágrimas...


Y para que vean que es en serio... echo flores

El Corazón de un León

¡Pues bien! Hemos llegado al fin a este estadío del camino. Si creí que el título de la unidad que da vida a este semestre se llamaría "guerra" por la conflagración que en mi celo y en mi orgullo había prometido contra ti, el nombre ha sido perdido hoy.

Perdí... no lo sé. ¿Una salida fácil? ¿Quién lo sabe? ¿Una tregua necesaria? Probablemente... ¿Que por evitar pleitos me quedé con una pifia? Tal vez...

Lo único que sé es que nunca me había sentido tan aliviado. Confundido en un principio, pero fundamentalmente aliviado. Perdí el IMEF... sí lo perdí. Lo perdí por imprudente. Lo perdí porque la pasión me ganó cuando debió haber sido el poder el que se apoderara de la frialdad absoluta de mi cabeza. Lo perdí porque juré algo moralmente imposible, pero gané otra cosa...

Esta semana no tuve stamina. No me quise o no me pude levantar por desgano, mandé al carajo al "minuto heroico", no temí, pero odié la sensación. Hoy puedo dormir tranquilo, sereno.
Quiero dormir cansado...

Probablemente siga dolido por ella, pero ella se ha comportado a la altura: me pidió disculpas y me dio las gracias. No puedo pedir más.

Que peleé con galanura, sí, lo hice. Que agoté mis argumentos, también. Que todas y cada una de las razones, ya fueran legales, formales, o silogismos perfectos fallaran ante la torpeza del árbitro y la supuesta superioridad moral de mi adversario, así fue. Y porque, tal vez nunca tuve la razón.
Porque no hablé cuando el corazón me estrujaba la garganta. No hablé cuando la sombra del poder dictatorial de mi rival comenzó a hacer estragos en mí. No hablé cuando su falta de liderazgo comenzó a echar a pique el congreso, que creo, saldrá moderadamente bien.

Pero estoy tranquilo. Le di demasiadas vueltas al asunto. Mi rabioso aliado terminó desilusionado de mi calma. Lo pude ver.

¿Por qué estoy tranquilo si he perdido para siempre la posibilidad de ser presidente de un grupo IMEF Universitario y a cambio he aceptado de automático la presidencia de una Sociedad de Alumnos Interna, en una escuela donde las sociedades de alumnos sólo sirven para hacer obras de caridad y organizar eventitos?
Porque, a pesar de terminar en buenos términos, mi rival no sabe que la batalla continúa. Cree que se libró de mí, pero en realidad he sido yo quien ha obtenido la libertad absoluta de conformar un grupo responsivo, responsable, amable, democrático y cuya voz sea respetada por escrito.
Porque me dio la posibilidad de demostrarle que la mejor de las cuentas claras y las cosas en su lugar es precisamente el demostrarle que puedo liderar mil diez veces un proyecto mejor que él: que puedo ser seguido, no alguien que mueve a las personas a empujones. Que puedo distraer todos sus recursos sin culpa, y que no seré saboteado por ello. Que soy capaz de convertir la carrera más apática de todas en un centro dinámico, de diálogo, de innovación y de propuestas.

Que tendré la capacidad de escuchar, de representar, de delegar, de tolerar.

Ricardo Corazón de León supo que no podía reconquistar Jerusalén, pero él y Saladino llegaron a un acuerdo.
El corazón de un león radica en adoptar la solución más sabia, porque es la más virtuosa, porque la dicta el corazón en el sentido estricto: la capacidad de valorar a los demás, de ver en ellos fines, de conocer sus incentivos y trabajar en ellos con paciencia y confianza.
Y en eso, siempre te he llevado la delantera.

Rodrigo, nada me debes. Rodrigo, estamos en paz.

jueves, 28 de febrero de 2008

March Reading List

Se me había olvidado retomar las listas de lectura por una o por otra, pero aquí está la del mes que entra:
1. Me compré el libro de Stardust inmediatamente después de haber visto la película. La novela ha sido descrita como un "cuento de hadas para adultos", así que veremos (o más bien, leeremos).
Por lo pronto la película me pareció inteligentemente dirigida, con actuaciones soberbias y una muy digna, aunque sencilla, representante de uno de mis subgéneros literarios favoritos, el que en italiano se llama "fantasy".

2. Tengo la intención de comprar el libro de Tim Hartford "El economista camuflado". Con el post pasado acerca de los economistas, recordé las ganas que le traigo al sucesor moral de Freaknonomics, aunque en un tono que sus críticos denuncian "terriblemente sesgado a la derecha".
Eso me dice que debe ser bueno.

Y también me sentí así...

Frases Célebres

Iniciando la inclusión de las frases célebres.
La primera, que sea mía:
"Las mejores causas acarrean las peores consecuencias".
Dirigida con mucho cariño a nuestros amigos los progres.

Hace dos semanas me sentía así (y no es chiste)

La Caída del Año (scorso)

Me dio más risa la de Don Fidencio...

Video Ojete

Está bien ojete, porque hubo muertos...
Pero qué diablos...

Economistas

Cuando yo era niño no tenía el idilio que tengo hoy con la economía.
Es más, la definición misma de la palabra como que no me entraba muy bien en la cabeza: siempre era algo que según mis papás y los periódicos y la tele siempre estaba mal, porque siempre había un idiota que había hecho algo mal.
Sin embargo, no era la palabra economía la que me ponía los pelos de punta, sino la palabra "economista".
Y no, no era porque le tuviera miedo a los números o tuviera una familia tan ideológicamente perpleja como para decir que un economista maldito, dígase Milton Friedman, vendría a chuparme la sangre por las noches (gracias a Dios la UAM falló en su intento de hacer maoístas a mis padres). Más bien la palabra "economista" me remitía a ese circuito posh del centro de Satélite donde está hasta hoy en día la catedral del sueño guajiro urbano donde vine a crecer. Y era precisamente esta catedral la que me inspiraba el pánico: en el altar, de frente a un grupo de escuincles de cuatro o cinco años se alzaba (nótese el sufijo -aba) un cristo monumental, pintado al óleo, en una impactante posición: con la caja torácica constreñida y un espasmo gritón en la cara. Sí, daba tanto miedo que algún poeta local alguna vez le compuso un soneto.
Y así, cada diez de mayo, cuando el kinder y luego primaria organizaba la misa para las mamacitas en el sentido tierno del término se repetía la misma escena: yo sin poder dormir, yo comiendo cereal con la mano temblorosa, yo con los puños engarrotados, yo golpeándome la cabeza con el cristal del coche, yo queriendo que el periférico fuera eterno (y yo tarugo que pagaría este deseo años después), yo haciendo un berrinche, yo vomitando a un lado de la acera, yo justamente nalgueado, yo haciendo el ridículo frente a mis compañeros...
Eso era lo que decía la palabra "economista" para mí. (Y creo que me he olvidado de mi primera experiencia con la academia de natación "Albacora", en Alberto J. Pani número equis, circuito Economistas, Satélite).
Pero hoy...
Para mí "economista" significa el único científico social capaz de tener opiniones válidas.
Para mí "economista" significa quien aborrece como yo a quien cree que el mundo se arregla con charlas de café y no con gráficas y números.
Para mí "economista" significa un matemático que vive con un pie en las nubes y un idealista que vive con el otro pie sinceramente preocupado por problemas reales.
Para mí "economista" significa una personalidad extraña, whimsical, fantástica:
Un economista visceral y agresivo, como Damm
Un economista excéntrico, como Delint
Un economista que come temprano, como Fragozo
Un economista apasionado hasta consumirse a sí mismo, como Hayek
Un economista cínico, como Keynes
Un economista santo profeta de una religión, como Marx
Un economista calmo, cuya calma no oculta su pasión, como Friedman
Un economista políticamente incorrecto y políticamente ignorado, como Von Mises
Un economista perplejo, como Galbraith
Un economista romántico, como Bastiat
Un economista destructor y creativo, como Schumpeter
Un economista exégeta, como Sombart
Un economista dilucidador y perspicaz, como Coase (y como Becker)
Un economista técnicamente perfecto, políticamente mediocre, como Stiglitz
Un economista técnicamente perfecto, políticamente incorrecto, como Summers
Un economista que masacra el nombre de su profesión, como Encinas
Un economista con fuertes paradigmas bloqueados, como Esquivel
Un economista aún más perplejo, como Rodríguez de la O
Un economista que no aprendió economía (y es doctor), como Correa
Un economista excesivamente balanceado, como Schettino
Un economista planificador, como Leontief
Un economista anarquista, como Rothbard
Una economista desviada, como Martínez
Un economista listo, como Ricardo
Un economista que dijo lo que todos sabían pero nadie quería decir, como Smith
Un economista soberbio porque se sabe brillante, como Katz
Un economista ambientalista, como Quadri
Un economista divertidísimamente loquísimo, como Sala-i-Martín
Un economista camuflado, como Hartford
Un economista freaknonómico, como Levitt
Y economistas poetas.
Esto viene a colación porque descubrí el blog de mi cuate del IMEF, Roberto Pérez Díaz, de quien yo ya sospechaba una divertida personalidad de economista, pero no tan poética... Aquí

Y viene a colación por mi economista favorita, a quien leo puntualmente aunque no tenga tiempo de escribir... dígase, Himeku... y para quien va escrito este post, aunque ya no tengamos tiempo de platicar.

viernes, 15 de febrero de 2008

Chile, España e Italia

Cuando era niño tuve la oportunidad, muy pequeño, de hacer mi primer viaje al extranjero. Tenía yo dos años, y la experiencia se repitió varias veces, siempre al mismo lugar, Orange County (el famoso OC, donde vive el primo-hermano-mejor amigo de mi papá con toda su familia desde hace veinticinco años).
A lo que voy con esto es que, en cuanto a noción del medio se refiere, por primera vez me di cuenta en esos maravillosos viajes de que algo no estaba tan bien en México: en Orange el cielo siempre parecía estar azul, y cuando lo estaba mantenía el tono blazing que aquí se pierde irremediablemente a media mañana y más en invierno; además, allá el pavimento era (es) claro y liso, y nunca jamás vi ríos de grasa animal caer de puestos callejeros por cauces negros a alcantarillas malolientes. Claro que estamos hablando de 1989 y México ha avanzado bastante desde ese momento, aunque mucho más lento de lo que pudiéramos haberlo hecho. Y claro que yo no sabía que Orange County es uno de los más ricos condados del planeta tierra, con uno de los IDH's más altos del planeta tierra.
Siempre quise que México se viera y fuera así. Obviamente estaba poniendo la vara altísima: no puedo pedir que mi país sea como un suburbio famoso por su glitziness y su superficialidad pero también por su PIB per cápita y donde el periódico local, el Register, al comenzar un año decía: "Everything will be fine in 20... for the nice place".
El chiste es que entre el año pasado y éste tuve la oportunidad de poner pie en tres países con los cuales la comparación no sólo es inevitable, sino obligatoria: Chile, España e Italia, los cuales me sirven mucho más como base para saber hacia dónde irá México en medio siglo si seguimos a este ritmo o en un cuarto si en el congreso se hacen las tareas (ay, nanita).

Cada uno de estos tres países se considera de sangre "caliente" o "latina" y por ende, alejado de la noción del capitalismo protestante anglosajón que Weber tanto proclamara hace ya un siglo.
Cada uno de estos tres sufrió de miseria tremenda y absoluta, incluso guerras, y hoy son de primer mundo (bueno, Chile no, pero les deben faltar veinte años y llegan).
Y dos de estos tres eran más pobres que México hace cuarenta años...

Chile es un país fascinante, con habitantes más o menos alejados de la algarabía y la propensión a la corrupción típica del latinoamericano y con una lógica divertidísima. Santiago tiene muchos problemas de tráfico, tiene perros callejeros a montones y tiene mucha mendicidad, pero tanto en lo del pavimento y las coladeras (estoy obsesionado con eso), se nota un aire de desarrollo, incluidos los parques públicos cuidados, el metro limpio y aseado con escrúpulo (y atascado de carteles de advertencia a los usuarios) y en los coches que se ven por las calles.
Fue un país que sufrió muchísimo para llegar a donde está, pero que orgullosamente es el resultado de políticas económicas liberales aplicadas con celo (aunque con la ausencia de una oposición que las retara, lo cual sería ideal si esta oposición no hubiera sido arrojada de aviones en el aire) por los discípulos de uno de los dos más grandes economistas del siglo veinte (y a quien una estúpida como Naomi Klein pretende denigrar y atacar sólo porque ya no está para contestarle). En un foro de competitividad pregunté en voz alta: ¿Es que México tiene también que pasar por un gobierno autoritario que elimine toda oposición para sacar las reformas que se necesitan? Y la respuesta que me dieron fue mediocre por su corrección política.

En cuanto a España, sólo estuve en el aeropuerto de Barajas, así que no puedo opinar mucho. España también pasó por una dictadura y tan pronto ésta terminó, el pacto entre vencedores y vencidos permitió eliminar la oposición a políticas de apertura e integración que terminaron llevando a la madre patria a las puertas del G8. No puedo hablar mucho de ello, pero el gran problema español es el del separatismo: me han dicho por ahí (un descendiente de asturianos y una descendiente de vascos) que hay regiones donde hablar en español (en castellano, se le dice) y poner una bandera nacional española es crimen y pecado. No me sorprenderían groserías de parte de un taxista en Barcelona sólo porque le hablo en castellano, pero en fin, el reino ha pasado por gobiernos geniales (e.g. J.M. Aznar, a pesar del resbalón de Irak) y por gobiernos de una estupidez tremenda (e.g. J.L. Rodríguez Zapatero, con su buenismo para con los terroristas). Lo que sí pude respirar es que muchos españoles, sobretodo los que vivieron durante Franco, traen un aire de nuevos ricos que al susceptible le puede molestar.

Y me quiero detener en Italia, país glamoroso y hermoso como pocos, tan parecido a México que el visitante se sorprende (la gente que pide dinero en el metro, las telenovelas, los carros en las calles, los programas de concurso, los tianguis, el tráfico, los graffitis, la permantente actitud de desmadre, las huelgas estudiantiles, el gobierno torpe, los políticos mezquinos, las peleas en el congreso, etc, etc, etc.). Italia saltó al desarrollo gracias al Plan Marshall (véase La Dolce Vita), aunque el gran boom fueron los años setenta. Entonces el glamour absoluto se apoderó de todo lo que sonara a Italia, haciendo olvidar aunque fuera momentáneamente las imágenes de los inmigrantes en Ellis Island, a África en Calabria, a la Cosa Nostra y a la Omertà y a Vinny duerme con los peces.
A pesar de todo (de que sólo un presidente del consejo de ministros, Berlusconi, ha terminado su gestión; de que Italia es un país con tendencias inflacionarias, de que la corrupción es tan perteneciente al estilo de vida que hasta en el fútbol arreglan partidos, de que todo mundo jura que va a ser el primer país que abandone el euro), Italia alcanzó el desarrollo, lo cual se puede ver en el transporte público y la infraestructura interurbana, más que nada. Sin embargo y como es más que bien sabido, este desarrollo es desigual: Ante una Milán fabulosa y vanguardista está un Reggio Calabria con niveles de crimen altisonantes. Ante un industrial Turín existe un Palermo casi rural. Un país tan partido por la mitad, como cierto que yo conozco, que incluso algunos separatistas del norte han propuesto deshacerse del sur de la bota.

Creo francamente que si México sigue sin hacer las reformas necesarias, eventualmente llegaremos al desarrollo, en cincuenta años o más, pero de la misma manera que llegó Italia: a trompicones. Monterrey va a terminar como la ciudad chic-ultramoderna-industrial del país, exhibiendo un lujo sin precedentes y un orden impecable, mientras que del otro lado va a haber, digamos una Villahermosa empobrecida y con altos niveles de inseguridad, analfabetismo y propensa a la demagogia como uno de sus más famosos cachorros.
Y por otro lado podemos arriesgar las reformas y con fortísimo soporte a la mejor definición de los derechos de propiedad y con una violenta reingeniería del sistema educativo mexicano e incluso borrando capítulos enteros de la Constitución, podemos acercarnos al buen ejemplo chileno.
Y sin embargo, he aquí otra de mis grandes dudas políticas, que es donde mi liberalismo tiene problemas: ¿Hasta qué cierto punto, para proteger la vida, libertad y porpiedad de los ciudadanos se debe utilizar la razón de estado para separar a los enemigos que de llegar al poder con toda seguridad irán en contra de estos derechos? El propio Hayek dijo alguna vez: Los únicos que no merecen la libertad son aquellos que van en contra de ella..., lo cual me suena horriblemente a "En México existen todas las libertades menos una, la libertad de acabar con todas las libertades". Habrá que ver.

domingo, 10 de febrero de 2008

Escrito para quien quiso escapar

He perdido, hermano. Suena horrible decirlo.

Pues bien, lo digo con todas sus letras: la frase maldita, la frase absoluta, la frase que me reduce al neutro aditivo a la siniestra de un semejante: No pude.

No pude.

No supe, no quise. No sé.

Soy débil. Un maldito débil. Un ser que representa la imagen que tengo de la falta total de dignidad: la falta de fuerza.

No sé si tú lo has sentido, pero con tu currícula en el asunto, quiero pretender que así ha sido. ¿Verdad? No creo equivocarme. Tú también has sentido la premura de hablar con alguien, porque tu interior se desmorona como el carbón que dejó de arder porque le han soltado encima un cubo de agua fría. Tampoco lo has dicho porque seguramente tú consideras al igual que yo que no se debe hablar de ello porque es privado y es sagrado. ¿No es así?

Tú eres con uno de los que menos hablo de mis grandes amigos: a veces parecemos asentir con una mirada todo lo que hemos vivido y todo el desmadre que hemos hecho. En cierto modo somos parecidos; es más, en el modo en el que tú sabes (y en el modo al cual tú escapaste por una razón que no puedo descifrar y que en el punto en que lo hiciste, yo cuestioné virtualmente todo en lo que creía)

Eres un paradigma para mí. Más bien, eras. Hace muchos años, en ése, ese curso estrambótico que sirvió como un fulcro para años posteriores, eras la imagen que virtualmente cualquiera a esa edad hubiera querido ser; teníamos doce años. Doce maravillosos años.

Y luego te apartaste. Al principio no lo advertí porque estaba mucho más ocupado intentando hacer que me llamaras "hermano", como efectiva y actualmente ocurre. Pero nunca advertí tu deterioro progresivo, tanto físico como moral. Es cierto, has viajado y excesivamente bien (prometo luchar por alcanzarte este año), la has pasado bien, los scouts te han ayudado a ser una persona que considero íntegra. Pero te apartaste: declinaste la lucha a la que estamos moralmente obligados las personas como tú y como yo para llevar una existencia mucho más calma y quiero pensar que contemplativa (con absoluta proporción guardada, por supuesto). Muchos me han pedido que siga ese camino: una existencia calmada, lejos del mundanal ruido, escapar, escapar de una manera galante: apartarse para poder salvar tu propia alma (y en tu caso, tu francamente jodido organismo). Una vida en silencio, sin instituciones, sin juegos, sin medias sonrisas, sin conversaciones susurradas en los pasillos, sin cuarenta y ocho leyes de hierro, sin el tío Nick (y sin tomarse fotos en su estatua con cara de "Machiavelli Rocks!"). Pero yo siempre les he respondido lo mismo: ¿De qué sirve la paz mental si uno no se divierte? ¿Qué existencia le estaría reservada? Yo amo el escape, pero sólo sirve para los fines de semana: pretenderlo para siempre nos lleva peligrosamente a extremos del más puro romanticismo de Novalis del cual no quiero hablar. Yo amo esa maldición china: Quiero que me sea concedido vivir en una época interesante.

Sin embargo, tú escapaste. You were born to lead y te apartaste. Cuando me di cuenta que lo habías hecho y la crisis personal que te causó o creo que te causó, yo me pregunté tantas cosas acerca de mí y de la misión que yo debía tener. Comenzaba el hastío. (y salí, por supuesto).

Ahora, lo único que tengo que decirte es que en cierto modo, quisiera escapar como tú, pero no puedo. No ahora, y menos de este modo. Sería tan cobarde como inaceptable.

Pero ¿De qué tanto estoy hablando, sino insensateces?
Pues una insensatez muy sencilla, hermano:
Creí que era ella, y ella no fue. Ella me desechó como un pañuelo. Ella me traicionó. Ella me dejó hecho pedazos y proclamó a los cuatro vientos que "nunca había sido tan feliz" (con mi enemigo, por cierto).
De pronto, cuando ella soltó cuatro palabras, comprendí porqué la gente se rasca la frente con una uña hasta sacarse sangre y dejarse una marca de luto; porqué la gente se rompe las manos cuando golpea troncos de árboles; a qué cosa se refieren cuando hablan de un "crimen pasional". Me sentí perdido, flaco, cansado, ojeroso y sin ilusiones.
Me sentí tentado a rogar: "Házme amigo el favor, de no hablarme de ella aún... de llevarme muy lejos de aquí a lugares lejanos sin dueño", y creo que hice un ruego parecido con Coma, pero ahora estoy más sereno. No, no pido que me lleven lejos, ni tú ni el resto del Núcleo.
Es algo más sencillo:
Házme hermano el favor, de ayudarme a poner una armadura.
Házme hermano el favor, de recordar que la causa de que ella no esté aquí es precisamente él. Házme hermano el favor, de orar por mí, a quien creas, por mi batalla, que será dura e insufrible, pero que tengo ganar por honor y dignidad, y porque francamente ya estoy harto.
Házme hermano el favor, de verme salir al campo, y mientras me veas partir, acompáñame:

Kyrie eleison, Kyrie eleison, Kyrie...
Kyrie eleison down the road that I must travel,
Kyrie eleison through the darkness of the night...

viernes, 8 de febrero de 2008

Tempora et Mores

Todavía no sé qué nombre le pondré a la parte de mi vida que corresponde al capítulo de este semestre.
Me siento extraño. Atareado. Más que nada, comenzando a valorar por primera vez eso que ya creía de que el tiempo es el recurso más escaso de todos... y también viendo lo que ya ha pasado y lo que tengo en frente. El camino a hacer sigue ahí, esperando a ser trazado por mi andar, con el objetivo ahí, de frente.
Me siento tranquilo. Indiferente. Esta semana fue bastante pesada. Lo único malo de irte de vacaciones (además del costo) es la semana que le sigue, donde te arrepientes de haberte apartado con tanta saña de tus obligaciones. Y hablando de ellas, creo que las cumplí bien, a excepción de un detalle que causó cierta molestia a mi jefe, pero que tomé con tremenda indiferencia.
Me siento satisfecho. Confiado. Cumplí un capricho de largo tiempo atrás, y bien. Ale fue una excelente compañía, aunque sus cuestionamientos me hagan decir y pensar tonterías muchas veces... Fui a dar una plática a mi terruño, a mi hogar. Fui recibido bien, pero no como quien ha vuelto de una batalla, sino como un emisario que la viene a contar cuando ésta no termina y su resultado es incierto.
Algún día, algún día, espero, quiero, debo, voy...
Me siento desesperado. Hastiado. Sorozábal me martillea la cabeza: "No puede ser... no puede ser... yo la vi querer... no sé fingir... no sé vivir". Y a la vez, temeroso de que sólo sea otro faux pas.
Me siento sediento de batalla. Desesperado por odiar y vencer a quien se ha revelado como un terrible enemigo. Tentado a echar todo a la basura y perder-perder por capricho. Envenenado por mi propia incompetencia en la materia en la que siempre he sido incompetente. Furioso porque siento que el rey con sus vasallos me ha quitado a mi única oveja. Y resignado por la lucha caballeresca a la que estoy obligado.
Y me siento añorante. Hoy es tiempo de recordar tiempos desesperantes y un escape glorioso. Volver a 1999. Al espacio. Al pasado remoto. A quel che diceva: Io vinsi...
Eso, en resumen, es como me siento hoy.