Como creo alguna vez haber comentado, desde hace tiempo me he obsesionado con el arquetipo jungiano del héroe, desarrollado en un modelo general por Joseph Campbell. Sin repetir demasiado, el estudioso escribió que todo héroe en toda cultura sigue exactamente el mismo modelo u “horma” de camino, que incluye la salida del hogar, la entrada a un mundo distinto o fantástico mediante un “rite of passage”, la figura del mentor, la batalla contra el némesis, la obtención del gran incentivo final, inherente a toda épica, y el regreso al hogar.
Alguna vez escribí que me sentía en el momento en que daba vuelta a observar el hogar recién dejado y cantaba ésa de: “Paese mio, che stai sulla colina”. No recuerdo cuándo fue tal entrada, pero seguramente no hace mucho. Lo anterior viene al cuento (y el hecho de que esté escribiendo a las dos de la mañana no tiene mucho que ver) porque vengo regresando de cierta reunión donde pude constatar el abandono mental en el que tengo a ese hogar. Este año he conocido más gente que nunca en mi vida: personas tan distintas y dispares, con tanto que pensar y tanto que decir, tanto que contribuir… de distintos orígenes, con gustos tan diferentes. Extranjeros, connacionales de lejos, conciudadanos de lejos…
A veces mi mente regresa a casa. A donde me crié y donde nominalmente todavía vivo, aunque sólo paso aquí, excluyendo las horas de sueño, como hora y media entre semana. Cuando oigo ésa de Nickelback, photograph, mi mente suele volar sobretodo a ese último año de preparatoria, con sus dos grandes viajes, la salida intempestiva en el último vórtice (probablemente el mejor viaje de los tres) . Sinceramente, sin mis amigos todo no hubiera pasado como una película, de ésas para el cotorreo, pero tremendamente arquetípicas. Me la pasé demasiado bien, aunque hubo sus claroscuros, como suele suceder. Sin embargo, me llevé una de las mejores experiencias de mi vida.
Lo que queda es la nostalgia, esa sonrisa vacía que amamos en el fragor del recuerdo. Sin embargo, esa sensación de vivir en tercera persona no la quita nadie. Algún día regresaré a casa, más allá de las visitas episódicas del Halloween de cada año. ¿Quién sabe? Cuando desenterremos esa cápsula del tiempo será un día interesante.
lunes, 29 de octubre de 2007
viernes, 26 de octubre de 2007
Major League Leaderball
Muchas veces siento que nací con un enorme dedo señalándome.
Y a decir verdad, me acostumbré muy rápido a la idea, o más bien, aprendí a amar y a obsesionarme pronto con ella.
De hecho, sólo la he negado un par de veces, por idiota más que por otra cosa, y aunque me la pasé muy bien sin la enorme carga moral y emocional de sentir ese dedo encima, me prometí que jamás volvería a negar ese sino (si es que tal cosa existe).
Y, tal y como ocurre en la universidad, en la casa y en la vida me han y me he formado para ello. Quizá lo difícil es que siempre he luchado por desarrollar una idea de cómo llegar al final del camino que tal idea supone, que a veces ha salido y a veces no.
Ahora más que nunca estoy consciente de las voces paralelas tanto del vocalista de Hoobastank (mi banda favorita) como del santo fundador de la obra que patrocina mi escuela.
"Naciste para ser líder" dicen con gravedad.
Antes era distinto trabajar con esta idea.
De hecho, estoy a punto de olvidar cómo era... un ambiente en el que a todo mundo le vale, que a nadie le importa y con quien tienes que romperte los brazos empujándolo (a) para sacar adelante el proyecto. Ese ambiente asesino para el alma y probablemente para el éxito del proyecto, destructivo para la organización, pero que si sales adelante, te llena de satisfacciones probablemente no volverá (o eso espero).
Ahora, enfrento la situación contraria. Vivo y trabajo en un ambiente en el que a todos les importa demasiado. En el que todos escucharon la misma frase que yo y tienen la misma idea, sin importarles otra cosa. Son las ligas mayores.
Lo interesante es que creí que podía seguir jugando como jugaba en las ligas menores. Aunque esto no ha tenido las consecuencias fatales que podría haber tenido, creo que la actuación de cierto director me hizo recapacitar a tiempo: la pasión consume y la pasión absoluta consume absolutamente. He olvidado a ese arte finísimo que Greene y Elffers narraron: l'arte del potere. El ambiente hermoso y recargado de la corte, donde el más agresivo suele ser el más débil, el excesivamente zalamero es el primero en ser acabado, y sólo el más ignaramente cándido (o al menos lo que hace creer a los demás) es quien se lleva las palmas. Un arte aplicado a la administración en cuanto forma parte de alguno que otro capítulo directivo. Aquí, la cortesía es un arma exquisita, las sonrisas esconden intereses ocultos, y sobretodo la planeación absoluta de cada palabra, gesto y pausa es la llave al final del camino.
Que es una vida dura, sí, y me encanta. De hecho, podría decir que siento un tremendo desdén por quien finge despreciar este juego y lo juega como si fuera un nintendo. Al final, todos juegan, aunque quien está motivado por él es el que McClelland describió tan bien, que suele ocupar puestos en organizaciones estudiantiles, partidos políticos, deportes de contacto y suelen estudiar administración o derecho. Ma che cosa!
Creo que nunca he estado más emocionado de jugar así. Aunque a veces el sueño y la frase impronunciable (N-O P-U-D-E) me distraigan, soy más consciente que nunca que no puedo olvidar ninguna de las dos partes de la dicotomía. Una parte sola es la corrupción total: la otra es la consunción total. No puedo vivir sin las dos.
Y a decir verdad, me acostumbré muy rápido a la idea, o más bien, aprendí a amar y a obsesionarme pronto con ella.
De hecho, sólo la he negado un par de veces, por idiota más que por otra cosa, y aunque me la pasé muy bien sin la enorme carga moral y emocional de sentir ese dedo encima, me prometí que jamás volvería a negar ese sino (si es que tal cosa existe).
Y, tal y como ocurre en la universidad, en la casa y en la vida me han y me he formado para ello. Quizá lo difícil es que siempre he luchado por desarrollar una idea de cómo llegar al final del camino que tal idea supone, que a veces ha salido y a veces no.
Ahora más que nunca estoy consciente de las voces paralelas tanto del vocalista de Hoobastank (mi banda favorita) como del santo fundador de la obra que patrocina mi escuela.
"Naciste para ser líder" dicen con gravedad.
Antes era distinto trabajar con esta idea.
De hecho, estoy a punto de olvidar cómo era... un ambiente en el que a todo mundo le vale, que a nadie le importa y con quien tienes que romperte los brazos empujándolo (a) para sacar adelante el proyecto. Ese ambiente asesino para el alma y probablemente para el éxito del proyecto, destructivo para la organización, pero que si sales adelante, te llena de satisfacciones probablemente no volverá (o eso espero).
Ahora, enfrento la situación contraria. Vivo y trabajo en un ambiente en el que a todos les importa demasiado. En el que todos escucharon la misma frase que yo y tienen la misma idea, sin importarles otra cosa. Son las ligas mayores.
Lo interesante es que creí que podía seguir jugando como jugaba en las ligas menores. Aunque esto no ha tenido las consecuencias fatales que podría haber tenido, creo que la actuación de cierto director me hizo recapacitar a tiempo: la pasión consume y la pasión absoluta consume absolutamente. He olvidado a ese arte finísimo que Greene y Elffers narraron: l'arte del potere. El ambiente hermoso y recargado de la corte, donde el más agresivo suele ser el más débil, el excesivamente zalamero es el primero en ser acabado, y sólo el más ignaramente cándido (o al menos lo que hace creer a los demás) es quien se lleva las palmas. Un arte aplicado a la administración en cuanto forma parte de alguno que otro capítulo directivo. Aquí, la cortesía es un arma exquisita, las sonrisas esconden intereses ocultos, y sobretodo la planeación absoluta de cada palabra, gesto y pausa es la llave al final del camino.
Que es una vida dura, sí, y me encanta. De hecho, podría decir que siento un tremendo desdén por quien finge despreciar este juego y lo juega como si fuera un nintendo. Al final, todos juegan, aunque quien está motivado por él es el que McClelland describió tan bien, que suele ocupar puestos en organizaciones estudiantiles, partidos políticos, deportes de contacto y suelen estudiar administración o derecho. Ma che cosa!
Creo que nunca he estado más emocionado de jugar así. Aunque a veces el sueño y la frase impronunciable (N-O P-U-D-E) me distraigan, soy más consciente que nunca que no puedo olvidar ninguna de las dos partes de la dicotomía. Una parte sola es la corrupción total: la otra es la consunción total. No puedo vivir sin las dos.
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miércoles, 24 de octubre de 2007
La batalla en el Acueducto de Silvio
Las grandes batallas siempre han llevado el nombre de las localidades o parajes donde se han peleado. Nadie le ha puesto a un combate singular "Batalla de Perico de los Palotes" porque el referido fue un general exitosísimo que con su batallón batió las líneas enemigas, forzándolas a rendirse y obteniendo el triunfo para los guerreros del Imperio Panchúrico. En cambio, a todos nos suenan los nombres de aquellos lados que tuvieron a mal ser depositarios de la sangre de los combatientes: Maratón, Las Termópilas, Salamina, Arbela, Isos, Farsalia, Crecy, Poitiers, Lepanto, Yorktown, Bunker Hill, Marengo, Pirámides, Austerlitz, Jena, Trafalgar, Waterloo, Gettysburg, Verdún, Marne, Somme, Guadalcanal, las islas Midway... sin olvidar, claro, las frases que hicieron historia: "Soldados: desde lo alto..." etc.
Sin embargo, todas estas batallas, tan dramáticas y hasta cierto punto heroicas, usualmente son eclipsadas por la mayor de todas ellas. La "madre de todas", si nos atenemos a la jerga convencional. Esta batalla, cuyos mayores teóricos tomaron los conceptos de los antiguos estrategistas, tiene la particularidad de estarse peleando desde que el ser humano es humano. Por cierto que los autores contemporáneos de esta teoría se llaman Al Ries y Jack Trout. En su clásico "Posicionamiento" pusieron de nuevo en boga eso de que la mayor batallas está en el corazón de los hombres, aunque lo hayan dicho así: "el posicionamiento es la batalla por su mente".
Aunque el tema es de mercadotecnia y el título de esta entrada tiene que ver con una estructura cerebral que sirve para drenar el líquido cefaloraquídeo y por lo tanto no tiene mucho que ver con el pensamiento lógico; todo este desbarajuste viene al cuento porque ayer tuve una de esas escaramuzas ideológicas, a decir verdad, la primera, contra una cuasi-doctora en filosofía sobre liberalización comercial y proteccionismo.
Los detalles no son tan importantes. Bueno, sí. Ella quería justificar el proteccionismo porque "los países desarrollados crecieron siéndolo". Sólo bastaron un par de facts sobre la dinámica del mundo en tiempo pasado, sobre por qué el siglo XIX fue la época de oro del liberalismo en todos sus frentes y sobre los casos de Irlanda, Singapur y Nueva Zelanda para dejar callada a alguien muy docta en lo suyo, pero terriblemente ignorante de cuestiones económicas. Hasta me pidió consejo bibliográfico quesque para "saber la posición contraria". Le recomendé "Libertad de Elegir", "La acción humana" y hasta uno de Thomas Friedman, aunque de este último afortunadamente no tomó nota (el citado autor tiende a ser arrogante cuando escribe, lo cual pone argumentos en manos de quien no debería caer).
Esto me lleva a preguntarme... ¿Por qué es tan fácil que la gente ignore cuestiones económicas y mejor se crea sabelotodo y sapientísima, con lo cual se sube a lo que el presidente llamó "Torre de Marfil convertida en pedestal de imbéciles" y pontifica sobre que el gobierno debe hacer "algo" para terminar con tal o cual situación económica?
Alejandro Hope en su blog sugirió un artículo de Bryan Caplan en reason dice que los seres humanos solemos tener sentimientos ya sea anti-mercado, chovinistas, pesimistas o simplemente idiotas (para mejor explicación, mejor visitemos la página de Jonathan Gullible, que viene a ser algo así como el mundo de Sofía de la economía). Creo sinceramente que son
a) paradigmas (tortas mentales en ipadiano) que el autor de La Meta definió como "práctica común" en contraposición con el sentido común.
Es muy difícil revertir esta práctica, pero creo sinceramente que con un poco de educación económica, todo se puede cambiar en el mediano plazo. Ahora, recordemos que nuestros amigos del reino de Progresía basan todo su capital político en mantener estas mentiras, mucho más fáciles de creer que algo que no es más que los hechos y la verdad. Que lo hagan por mantener su poder o que lo hagan por grave parálisis mental, es la duda del milenio. Sin embargo, La Batalla en el Acueducto de Silvio, la batalla que se pelea en el corazón y la mente de las personas que sigo creyendo racionales, es una batalla efectivamente ganable, aunque con un riesgo altísimo. Es ganar, o perder a la humanidad completa.
Sin embargo, todas estas batallas, tan dramáticas y hasta cierto punto heroicas, usualmente son eclipsadas por la mayor de todas ellas. La "madre de todas", si nos atenemos a la jerga convencional. Esta batalla, cuyos mayores teóricos tomaron los conceptos de los antiguos estrategistas, tiene la particularidad de estarse peleando desde que el ser humano es humano. Por cierto que los autores contemporáneos de esta teoría se llaman Al Ries y Jack Trout. En su clásico "Posicionamiento" pusieron de nuevo en boga eso de que la mayor batallas está en el corazón de los hombres, aunque lo hayan dicho así: "el posicionamiento es la batalla por su mente".
Aunque el tema es de mercadotecnia y el título de esta entrada tiene que ver con una estructura cerebral que sirve para drenar el líquido cefaloraquídeo y por lo tanto no tiene mucho que ver con el pensamiento lógico; todo este desbarajuste viene al cuento porque ayer tuve una de esas escaramuzas ideológicas, a decir verdad, la primera, contra una cuasi-doctora en filosofía sobre liberalización comercial y proteccionismo.
Los detalles no son tan importantes. Bueno, sí. Ella quería justificar el proteccionismo porque "los países desarrollados crecieron siéndolo". Sólo bastaron un par de facts sobre la dinámica del mundo en tiempo pasado, sobre por qué el siglo XIX fue la época de oro del liberalismo en todos sus frentes y sobre los casos de Irlanda, Singapur y Nueva Zelanda para dejar callada a alguien muy docta en lo suyo, pero terriblemente ignorante de cuestiones económicas. Hasta me pidió consejo bibliográfico quesque para "saber la posición contraria". Le recomendé "Libertad de Elegir", "La acción humana" y hasta uno de Thomas Friedman, aunque de este último afortunadamente no tomó nota (el citado autor tiende a ser arrogante cuando escribe, lo cual pone argumentos en manos de quien no debería caer).
Esto me lleva a preguntarme... ¿Por qué es tan fácil que la gente ignore cuestiones económicas y mejor se crea sabelotodo y sapientísima, con lo cual se sube a lo que el presidente llamó "Torre de Marfil convertida en pedestal de imbéciles" y pontifica sobre que el gobierno debe hacer "algo" para terminar con tal o cual situación económica?
Alejandro Hope en su blog sugirió un artículo de Bryan Caplan en reason dice que los seres humanos solemos tener sentimientos ya sea anti-mercado, chovinistas, pesimistas o simplemente idiotas (para mejor explicación, mejor visitemos la página de Jonathan Gullible, que viene a ser algo así como el mundo de Sofía de la economía). Creo sinceramente que son
a) paradigmas (tortas mentales en ipadiano) que el autor de La Meta definió como "práctica común" en contraposición con el sentido común.
Es muy difícil revertir esta práctica, pero creo sinceramente que con un poco de educación económica, todo se puede cambiar en el mediano plazo. Ahora, recordemos que nuestros amigos del reino de Progresía basan todo su capital político en mantener estas mentiras, mucho más fáciles de creer que algo que no es más que los hechos y la verdad. Que lo hagan por mantener su poder o que lo hagan por grave parálisis mental, es la duda del milenio. Sin embargo, La Batalla en el Acueducto de Silvio, la batalla que se pelea en el corazón y la mente de las personas que sigo creyendo racionales, es una batalla efectivamente ganable, aunque con un riesgo altísimo. Es ganar, o perder a la humanidad completa.
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lunes, 8 de octubre de 2007
Siendo Aquél
¿Por qué creo que "Yo soy aquél" es la frase más heroica que se ha pronunciado jamás?
Ésa es toda una pregunta para mí, aunque voy a intentar darle una respuesta satisfactoria en la presente entrada.
La declaración tiene de grande lo de un Borges, por ejemplo. (Dato cultural: una frase muy parecida la dijo el genial argentino para referirse a Shakespeare). Es una declaración tan resuelta como breve. Aleccionadora como mortal. Fuerte y directa como triunfal. Supone responder al estilo alta literatura a una pregunta que siempre hacen en los congresos estudiantiles chafas, en las reuniones de liderazgo de charlatanes y en las sesiones bíblicas de autoayuda.
El orador, melodramáticamente, hará que su mano apunte a la audiencia y gritará en estado fingidamente iluminado:
¿Quién eres tú?
Te pones de pie, alzas la cabeza y respondes:
Yo soy aquél.
Tres palabras. Tres sílabas. Demoledoras por sí mismas. Asesinas como saetas.
Si le pusiéramos un cuadrito de pensamiento al célebre caminante ante el mar de niebla, la cual es mi pintura favorita, seguramente sería ésa. (Aunque rivalizaría mucho con el Kyrie, discutido tan extensivamente en esta misma instancia).
Por eso creo que la frase más poética que existe, la escribió Manuel Alejandro y la dijo Raphael
domingo, 7 de octubre de 2007
Midway through the path of our careers...
Alguna vez decidí llamar a esta unidad (o capítulo, como sea) “Las aventuras del becario de la blanca luna”. Y tenía que cumplir con toda una serie de características, entre las cuales podemos contar la idea siempre persistente del camino heroico, del dolor y de la ganancia. Del paso marginal y del caer y caer y caer para levantarse finalmente.
Y sobretodo, de eso de estar flaco, cansado, ojeroso y con ilusiones.
Hoy es medio camino. Una estación transitoria justo donde habrá que mirar hacia el frente, valorar lo que se ha hecho bien, ha hecho mal, lo que me atormenta, lo que estoy obligado a lograr, lo que espero como puerto de destino desde que comencé casi accidentalmente algo no planeado como fue volverme procteriano y caminar este camino con el sol en la frente, pero sol al fin.
Eso de que el pasado es un país extranjero, frase de hace tres años (¡tre anni fa!) tiene tantas aristas… Puede ser un país que alevosamente ataque tu soberanía o puede ser una república bananera de quinta que puedes llegar a no tomar en serio, pero que es un verdadero jaque a tus intereses en el corto, mediano o largo plazos.
He visto muchas cosas estos dos últimos días: cosas bizarras y descuadradas, como fraude contable en un balance. La confianza en la construcción de mi senda se mantiene intacta, pero he recibido recordatorios, he observado detalles fuera de lugar, y sobretodo he recibido una advertencia muy seria sobre aquello que he dejado pasar por esa maldita parálisis, ese miedo tan hondo y tan oscuro que me impide dar cierto paso… y que solo se ha roto una vez, con los resultados por todos conocidos. Lo demás, puede ser paja o simple y sencillamente detalles surrealistas.
Los directores, los buenos y los malos, la promesa, la exigencia, el hastío, lo que Aguilar Camín llama “la radical sabiduría del desencanto”, los caminos separados de los amigos, los errores, el descubrimiento de tu más hondo talón de Aquiles y su uso eficaz y consistente como un instrumento de tortura macabra, la fiebre que corre por tus venas cuando escuchas a tus enemigos alzarse con el monopolio de la opinión y su creencia de la verdad, pelear a muerte con ese maldito némesis que es el desear que nada te importe, lo que sientes a las 5:30 de la madrugada en el momento en que la última alarma se activa… y la voz de un santo que te grita: El minuto heroico ha llegado…
Han sido cuatro días extraños. No sé demasiado bien con qué quedarme de ellos. Ganamos la sede del próximo congreso, lo cual me deja en la espalda una carga de trabajo considerable. Sin embargo, siento que se ha puesto la mesa para un juego de ajedrez político en el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas. En él la ineptitud, la terquedad y el oportunismo serán los actores principales. Equivocarme sería una fatalidad terrible, aunque quizá un aprendizaje de mayor calibre. No lo sé. El tiempo para la construcción de un yo corre apresuradamente, y siento que se ha andado en la dirección correcta. Estos días me han servido para mirar un poco atrás: observar ese aspecto de la construcción del yo que me he negado a atacar por el temor que me inspira y que sólo me destruye por dentro cada vez que siento la impotencia que tal descuido ha vertido sobre mí. Tengo que entender que por ahí debe pasar toda la formación personal para estar completa. Enfrentar esa batalla que tantos pelean con galanura y ganan, aunque otros la pierden al ver que se han equivocado, es una total piedra de toque. Sin salidas falsas, sin gritarle al espejo: “amigo, enemigo mío”, siendo realistas, pero luchando y cayendo, siendo humillado y vilipendiado, recordando aquellos días de inocencia destruida por la burla y el desprecio, y al final, ganando o perdiendo varias veces es la pieza faltante para seguir armando este rompecabezas y poder llegar a ser Aquél.
Y sobretodo, de eso de estar flaco, cansado, ojeroso y con ilusiones.
Hoy es medio camino. Una estación transitoria justo donde habrá que mirar hacia el frente, valorar lo que se ha hecho bien, ha hecho mal, lo que me atormenta, lo que estoy obligado a lograr, lo que espero como puerto de destino desde que comencé casi accidentalmente algo no planeado como fue volverme procteriano y caminar este camino con el sol en la frente, pero sol al fin.
Eso de que el pasado es un país extranjero, frase de hace tres años (¡tre anni fa!) tiene tantas aristas… Puede ser un país que alevosamente ataque tu soberanía o puede ser una república bananera de quinta que puedes llegar a no tomar en serio, pero que es un verdadero jaque a tus intereses en el corto, mediano o largo plazos.
He visto muchas cosas estos dos últimos días: cosas bizarras y descuadradas, como fraude contable en un balance. La confianza en la construcción de mi senda se mantiene intacta, pero he recibido recordatorios, he observado detalles fuera de lugar, y sobretodo he recibido una advertencia muy seria sobre aquello que he dejado pasar por esa maldita parálisis, ese miedo tan hondo y tan oscuro que me impide dar cierto paso… y que solo se ha roto una vez, con los resultados por todos conocidos. Lo demás, puede ser paja o simple y sencillamente detalles surrealistas.
Los directores, los buenos y los malos, la promesa, la exigencia, el hastío, lo que Aguilar Camín llama “la radical sabiduría del desencanto”, los caminos separados de los amigos, los errores, el descubrimiento de tu más hondo talón de Aquiles y su uso eficaz y consistente como un instrumento de tortura macabra, la fiebre que corre por tus venas cuando escuchas a tus enemigos alzarse con el monopolio de la opinión y su creencia de la verdad, pelear a muerte con ese maldito némesis que es el desear que nada te importe, lo que sientes a las 5:30 de la madrugada en el momento en que la última alarma se activa… y la voz de un santo que te grita: El minuto heroico ha llegado…
Han sido cuatro días extraños. No sé demasiado bien con qué quedarme de ellos. Ganamos la sede del próximo congreso, lo cual me deja en la espalda una carga de trabajo considerable. Sin embargo, siento que se ha puesto la mesa para un juego de ajedrez político en el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas. En él la ineptitud, la terquedad y el oportunismo serán los actores principales. Equivocarme sería una fatalidad terrible, aunque quizá un aprendizaje de mayor calibre. No lo sé. El tiempo para la construcción de un yo corre apresuradamente, y siento que se ha andado en la dirección correcta. Estos días me han servido para mirar un poco atrás: observar ese aspecto de la construcción del yo que me he negado a atacar por el temor que me inspira y que sólo me destruye por dentro cada vez que siento la impotencia que tal descuido ha vertido sobre mí. Tengo que entender que por ahí debe pasar toda la formación personal para estar completa. Enfrentar esa batalla que tantos pelean con galanura y ganan, aunque otros la pierden al ver que se han equivocado, es una total piedra de toque. Sin salidas falsas, sin gritarle al espejo: “amigo, enemigo mío”, siendo realistas, pero luchando y cayendo, siendo humillado y vilipendiado, recordando aquellos días de inocencia destruida por la burla y el desprecio, y al final, ganando o perdiendo varias veces es la pieza faltante para seguir armando este rompecabezas y poder llegar a ser Aquél.
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