domingo, 7 de octubre de 2007

Midway through the path of our careers...

Alguna vez decidí llamar a esta unidad (o capítulo, como sea) “Las aventuras del becario de la blanca luna”. Y tenía que cumplir con toda una serie de características, entre las cuales podemos contar la idea siempre persistente del camino heroico, del dolor y de la ganancia. Del paso marginal y del caer y caer y caer para levantarse finalmente.
Y sobretodo, de eso de estar flaco, cansado, ojeroso y con ilusiones.
Hoy es medio camino. Una estación transitoria justo donde habrá que mirar hacia el frente, valorar lo que se ha hecho bien, ha hecho mal, lo que me atormenta, lo que estoy obligado a lograr, lo que espero como puerto de destino desde que comencé casi accidentalmente algo no planeado como fue volverme procteriano y caminar este camino con el sol en la frente, pero sol al fin.
Eso de que el pasado es un país extranjero, frase de hace tres años (¡tre anni fa!) tiene tantas aristas… Puede ser un país que alevosamente ataque tu soberanía o puede ser una república bananera de quinta que puedes llegar a no tomar en serio, pero que es un verdadero jaque a tus intereses en el corto, mediano o largo plazos.
He visto muchas cosas estos dos últimos días: cosas bizarras y descuadradas, como fraude contable en un balance. La confianza en la construcción de mi senda se mantiene intacta, pero he recibido recordatorios, he observado detalles fuera de lugar, y sobretodo he recibido una advertencia muy seria sobre aquello que he dejado pasar por esa maldita parálisis, ese miedo tan hondo y tan oscuro que me impide dar cierto paso… y que solo se ha roto una vez, con los resultados por todos conocidos. Lo demás, puede ser paja o simple y sencillamente detalles surrealistas.
Los directores, los buenos y los malos, la promesa, la exigencia, el hastío, lo que Aguilar Camín llama “la radical sabiduría del desencanto”, los caminos separados de los amigos, los errores, el descubrimiento de tu más hondo talón de Aquiles y su uso eficaz y consistente como un instrumento de tortura macabra, la fiebre que corre por tus venas cuando escuchas a tus enemigos alzarse con el monopolio de la opinión y su creencia de la verdad, pelear a muerte con ese maldito némesis que es el desear que nada te importe, lo que sientes a las 5:30 de la madrugada en el momento en que la última alarma se activa… y la voz de un santo que te grita: El minuto heroico ha llegado…
Han sido cuatro días extraños. No sé demasiado bien con qué quedarme de ellos. Ganamos la sede del próximo congreso, lo cual me deja en la espalda una carga de trabajo considerable. Sin embargo, siento que se ha puesto la mesa para un juego de ajedrez político en el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas. En él la ineptitud, la terquedad y el oportunismo serán los actores principales. Equivocarme sería una fatalidad terrible, aunque quizá un aprendizaje de mayor calibre. No lo sé. El tiempo para la construcción de un yo corre apresuradamente, y siento que se ha andado en la dirección correcta. Estos días me han servido para mirar un poco atrás: observar ese aspecto de la construcción del yo que me he negado a atacar por el temor que me inspira y que sólo me destruye por dentro cada vez que siento la impotencia que tal descuido ha vertido sobre mí. Tengo que entender que por ahí debe pasar toda la formación personal para estar completa. Enfrentar esa batalla que tantos pelean con galanura y ganan, aunque otros la pierden al ver que se han equivocado, es una total piedra de toque. Sin salidas falsas, sin gritarle al espejo: “amigo, enemigo mío”, siendo realistas, pero luchando y cayendo, siendo humillado y vilipendiado, recordando aquellos días de inocencia destruida por la burla y el desprecio, y al final, ganando o perdiendo varias veces es la pieza faltante para seguir armando este rompecabezas y poder llegar a ser Aquél.

No hay comentarios: