miércoles, 24 de octubre de 2007

La batalla en el Acueducto de Silvio

Las grandes batallas siempre han llevado el nombre de las localidades o parajes donde se han peleado. Nadie le ha puesto a un combate singular "Batalla de Perico de los Palotes" porque el referido fue un general exitosísimo que con su batallón batió las líneas enemigas, forzándolas a rendirse y obteniendo el triunfo para los guerreros del Imperio Panchúrico. En cambio, a todos nos suenan los nombres de aquellos lados que tuvieron a mal ser depositarios de la sangre de los combatientes: Maratón, Las Termópilas, Salamina, Arbela, Isos, Farsalia, Crecy, Poitiers, Lepanto, Yorktown, Bunker Hill, Marengo, Pirámides, Austerlitz, Jena, Trafalgar, Waterloo, Gettysburg, Verdún, Marne, Somme, Guadalcanal, las islas Midway... sin olvidar, claro, las frases que hicieron historia: "Soldados: desde lo alto..." etc.

Sin embargo, todas estas batallas, tan dramáticas y hasta cierto punto heroicas, usualmente son eclipsadas por la mayor de todas ellas. La "madre de todas", si nos atenemos a la jerga convencional. Esta batalla, cuyos mayores teóricos tomaron los conceptos de los antiguos estrategistas, tiene la particularidad de estarse peleando desde que el ser humano es humano. Por cierto que los autores contemporáneos de esta teoría se llaman Al Ries y Jack Trout. En su clásico "Posicionamiento" pusieron de nuevo en boga eso de que la mayor batallas está en el corazón de los hombres, aunque lo hayan dicho así: "el posicionamiento es la batalla por su mente".

Aunque el tema es de mercadotecnia y el título de esta entrada tiene que ver con una estructura cerebral que sirve para drenar el líquido cefaloraquídeo y por lo tanto no tiene mucho que ver con el pensamiento lógico; todo este desbarajuste viene al cuento porque ayer tuve una de esas escaramuzas ideológicas, a decir verdad, la primera, contra una cuasi-doctora en filosofía sobre liberalización comercial y proteccionismo.

Los detalles no son tan importantes. Bueno, sí. Ella quería justificar el proteccionismo porque "los países desarrollados crecieron siéndolo". Sólo bastaron un par de facts sobre la dinámica del mundo en tiempo pasado, sobre por qué el siglo XIX fue la época de oro del liberalismo en todos sus frentes y sobre los casos de Irlanda, Singapur y Nueva Zelanda para dejar callada a alguien muy docta en lo suyo, pero terriblemente ignorante de cuestiones económicas. Hasta me pidió consejo bibliográfico quesque para "saber la posición contraria". Le recomendé "Libertad de Elegir", "La acción humana" y hasta uno de Thomas Friedman, aunque de este último afortunadamente no tomó nota (el citado autor tiende a ser arrogante cuando escribe, lo cual pone argumentos en manos de quien no debería caer).

Esto me lleva a preguntarme... ¿Por qué es tan fácil que la gente ignore cuestiones económicas y mejor se crea sabelotodo y sapientísima, con lo cual se sube a lo que el presidente llamó "Torre de Marfil convertida en pedestal de imbéciles" y pontifica sobre que el gobierno debe hacer "algo" para terminar con tal o cual situación económica?

Alejandro Hope en su blog sugirió un artículo de Bryan Caplan en reason dice que los seres humanos solemos tener sentimientos ya sea anti-mercado, chovinistas, pesimistas o simplemente idiotas (para mejor explicación, mejor visitemos la página de Jonathan Gullible, que viene a ser algo así como el mundo de Sofía de la economía). Creo sinceramente que son
a) paradigmas (tortas mentales en ipadiano) que el autor de La Meta definió como "práctica común" en contraposición con el sentido común.

Es muy difícil revertir esta práctica, pero creo sinceramente que con un poco de educación económica, todo se puede cambiar en el mediano plazo. Ahora, recordemos que nuestros amigos del reino de Progresía basan todo su capital político en mantener estas mentiras, mucho más fáciles de creer que algo que no es más que los hechos y la verdad. Que lo hagan por mantener su poder o que lo hagan por grave parálisis mental, es la duda del milenio. Sin embargo, La Batalla en el Acueducto de Silvio, la batalla que se pelea en el corazón y la mente de las personas que sigo creyendo racionales, es una batalla efectivamente ganable, aunque con un riesgo altísimo. Es ganar, o perder a la humanidad completa.

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