Cuando yo era niño no tenía el idilio que tengo hoy con la economía.
Es más, la definición misma de la palabra como que no me entraba muy bien en la cabeza: siempre era algo que según mis papás y los periódicos y la tele siempre estaba mal, porque siempre había un idiota que había hecho algo mal.
Sin embargo, no era la palabra economía la que me ponía los pelos de punta, sino la palabra "economista".
Y no, no era porque le tuviera miedo a los números o tuviera una familia tan ideológicamente perpleja como para decir que un economista maldito, dígase Milton Friedman, vendría a chuparme la sangre por las noches (gracias a Dios la UAM falló en su intento de hacer maoístas a mis padres). Más bien la palabra "economista" me remitía a ese circuito posh del centro de Satélite donde está hasta hoy en día la catedral del sueño guajiro urbano donde vine a crecer. Y era precisamente esta catedral la que me inspiraba el pánico: en el altar, de frente a un grupo de escuincles de cuatro o cinco años se alzaba (nótese el sufijo -aba) un cristo monumental, pintado al óleo, en una impactante posición: con la caja torácica constreñida y un espasmo gritón en la cara. Sí, daba tanto miedo que algún poeta local alguna vez le compuso un soneto.
Y así, cada diez de mayo, cuando el kinder y luego primaria organizaba la misa para las mamacitas en el sentido tierno del término se repetía la misma escena: yo sin poder dormir, yo comiendo cereal con la mano temblorosa, yo con los puños engarrotados, yo golpeándome la cabeza con el cristal del coche, yo queriendo que el periférico fuera eterno (y yo tarugo que pagaría este deseo años después), yo haciendo un berrinche, yo vomitando a un lado de la acera, yo justamente nalgueado, yo haciendo el ridículo frente a mis compañeros...
Eso era lo que decía la palabra "economista" para mí. (Y creo que me he olvidado de mi primera experiencia con la academia de natación "Albacora", en Alberto J. Pani número equis, circuito Economistas, Satélite).
Pero hoy...
Para mí "economista" significa el único científico social capaz de tener opiniones válidas.
Para mí "economista" significa quien aborrece como yo a quien cree que el mundo se arregla con charlas de café y no con gráficas y números.
Para mí "economista" significa un matemático que vive con un pie en las nubes y un idealista que vive con el otro pie sinceramente preocupado por problemas reales.
Para mí "economista" significa una personalidad extraña, whimsical, fantástica:
Un economista visceral y agresivo, como Damm
Un economista excéntrico, como Delint
Un economista que come temprano, como Fragozo
Un economista apasionado hasta consumirse a sí mismo, como Hayek
Un economista cínico, como Keynes
Un economista santo profeta de una religión, como Marx
Un economista calmo, cuya calma no oculta su pasión, como Friedman
Un economista políticamente incorrecto y políticamente ignorado, como Von Mises
Un economista perplejo, como Galbraith
Un economista romántico, como Bastiat
Un economista destructor y creativo, como Schumpeter
Un economista exégeta, como Sombart
Un economista dilucidador y perspicaz, como Coase (y como Becker)
Un economista técnicamente perfecto, políticamente mediocre, como Stiglitz
Un economista técnicamente perfecto, políticamente incorrecto, como Summers
Un economista que masacra el nombre de su profesión, como Encinas
Un economista con fuertes paradigmas bloqueados, como Esquivel
Un economista aún más perplejo, como Rodríguez de la O
Un economista que no aprendió economía (y es doctor), como Correa
Un economista excesivamente balanceado, como Schettino
Un economista planificador, como Leontief
Un economista anarquista, como Rothbard
Una economista desviada, como Martínez
Un economista listo, como Ricardo
Un economista que dijo lo que todos sabían pero nadie quería decir, como Smith
Un economista soberbio porque se sabe brillante, como Katz
Un economista ambientalista, como Quadri
Un economista divertidísimamente loquísimo, como Sala-i-Martín
Un economista camuflado, como Hartford
Un economista freaknonómico, como Levitt
Y economistas poetas.
Esto viene a colación porque descubrí el blog de mi cuate del IMEF, Roberto Pérez Díaz, de quien yo ya sospechaba una divertida personalidad de economista, pero no tan poética... Aquí
Y viene a colación por mi economista favorita, a quien leo puntualmente aunque no tenga tiempo de escribir... dígase, Himeku... y para quien va escrito este post, aunque ya no tengamos tiempo de platicar.
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2 comentarios:
xD
Dicha sea la verdad; el blog me sirve como válvula de escape para no llegar a mis exámenes de economía a escribir sin sentidos, debrayes, versos, cuentos, etc.
Saludos Joaco, mil gracias. (Blush), hay que hacer nuestras comidas más recurrentes, leerte smepre me deja perpleja de todo lo que sabes y no tienes por qué saber. Oh gran sensei!
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