Hace uno o dos posts comenté acerca de la alharaca que provocó la publicación en folletín de la última entrega de David Copperfield, allá en el siglo antepasado. El hecho de que la mayoría de las novelas realistas se publicaran de este modo permitía a sus escritores convertirse en multimillonarias celebridades (y hoy nadie los critica por eso). Dickens y Sue, Zola y Clarín, todos ellos fueron los literatos que marcaron a una generación que pasaba del segundo imperio a la bella época.
Hoy en día la intercomunicación global nos permite enterarnos en tiempo y forma de todo lo que ocurre de un lado a otro del globo. Sin embargo, también los productos pueden llegar a latitudes inmensamente lejanas en muy pocos días.
Todo esto viene a cuento porque a raíz del post del reading list de julio, he esperado con suma paciencia, al igual que otros tantos millones, el release mundial de cierto esperado bestseller. Repito que todo lo comentable ya ha sido comentado en muchísimos foros y sitios de discusión, muchas veces con resultados no muy satisfactorios para el nivel de debate que debería existir en un sitio de internet (aún en cuestiones como las literarias). No hablaré ni de mis expectativas del libro, ni de mis teorías del final, ni sobre porqué creo que la muerte del protagonista daría un remate increíble a la serie, pero sí hablaré acerca de porqué faltando dos días para el release mundial de este séptimo volumen existen muchas personas alrededor mío mordiéndose las uñas de la emoción. Y también sobre cómo ayer fueron cambiados mis planes para que yo vaya el mismísimo sábado a la librería Gandhi Central, nada más y nada menos que a las diez de la mañana, cuando abran. Hay eventos bien guay como manualidades, proyecciones fílmicas, lecturas a viva voz, foros de discusión y etcéteras. Yo la verdad, voy a lo que voy, sin detenerme a ver qué hacen los niños que se vistan de capa y corbata a rayas. Pretendo entrar, formarme, comprar el Rowling, así como un Rand, un Aguilar Camín y uno de Mendoza/Montaner/Vargas Llosa Jr. de un tema un poquito más picoso que la magia o las guerras civiles: la política en el subcontinente.
De cualquier modo, y sin meterme en el tema de la "literatura de calidad" que es un conflicto medio federiquete entre quienes se dan baños de pureza por fingir haber leído más de tres veces a Proust y quienes lo único que piden cuando leen es emoción (como hacían las personas del siglo XIX que hacían lo mismo con Verne, a quien, hasta donde yo sé, no se le considera literatura seria); esperaré las últimas treinta y seis horas para el release más esperado en la historia de la literatura.
Y estaré ahí.
jueves, 19 de julio de 2007
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