Sí, ese monstruote gigantesco, infernal y despiadado que tiene el poder de lavarnos la cabeza con su publicidad y hacer que compremos las cosas que no queremos comprar, para así volvernos consumistas y tirar a la basura al medio ambiente, mientras este malvado ente se dedica a explotar chinitos pagándoles una miseria y enriquecer los bolsillos de unos señores grandes, gordos, con colmillos y sombreros de copa.
Dicen por ahí que La Corporación también tiene el poder de hacer que sus empleados se comporten como robots, mientras su posición no está segura porque a la primera subida de costos son despedidos. También se cuenta que se siente muy cómoda en los países en donde se le deja contaminar más, lo cual provoca una terrible rivalidad entre ella y sus iguales que harán que los países compitan entre sí para bajarle más a las regulaciones medioambientales y así mandar muy lejos a todo el planeta.
Todo esto, por supuesto, soportado en que la idea de que La Corporación es un ente infernal que actúa motivado por un egoísmo asesino y un tremebundo propio interés; mientras que el señor de Progresía, el gran ogro (AKA "Estado") es un gigante torpe, pero bondadoso, que ve amorosamente por todos y cada uno de los intereses de los habitantes del feliz reino.
Si bien muchos ya estamos cansados de este discursito, aquí el problema no es ciertamente ése; sino el de alguien que se llama "consumidor" y que a la vez es "votante" que si bien compra y realiza su vida diaria con productos de ene compañías de muchísimos tamaños, no está aware de que esos productos o servicios satisfacen necesidades y en cambio se indigna porque a Exxon se le averió un barco, por lo que estará dispuesta a pedir mayor control del Estado contra esa Corporación.
Es decir, castigar a quien en su juicio no hizo algo bien por la manera incorrecta, ésa que vendría siendo como el Munchkinland (donde comienza el camino amarillo) pero no a ciudad esmeralda, sino al Gulag. (y obviamente, no mediante la manera correcta, que es hablar mal de la compañía entre vecinos y amigos, lo cual supone un boicot individual y daña como pocas cosas a las empresas que se "portan" mal).
Un gran problema de la corporación moderna viene a ser su tamaño y la cantidad de personas que la conforman. Es justo como pasa con la Iglesia. Para una sola marca o un solo nombre colectivo, si ampara a miles y miles de personas, el error de una contamina a toda la organización. Me gusta llamarlo "el paradigma del canasto de manzanas" donde no importa si sólo es una entre millones la que está podrida, este paradigma en su total irracionalidad empuja al individuo a hacer una mega falacia de enumeración imperfecta y ergo todo el canasto está echado a perder.
Todas las empresas han cometido errores: en merca (i.e. La Coca cambiando de fórmula), en finanzas (i.e. mi propia compañía con los derivados), en producción (i.e. Union Carbide en Bhopal) y en recursos humanos, casi siempre (las tasas de rotación en corporaciones suelen ser altísimas). Absolutamente todas, por lo que ser considerada "socialmente responsable" o una empresa "explotadora" sólo es cuestión de saberse vender.
Se ha descrito a la Corporación con toda gentileza por parte de Joel Bakan (uno de los protagonistas del documental pifia "La Corporación") como un ser psicótico que sólo busca "la línea de hasta abajo" (a.k.a. la utilidad neta). Por principio de cuentas, no se le puede dar a una organización el carácter y las características de una persona. Una Corporación está compuesta por recursos naturales, humanos, financieros e intangibles (en economía les suelen decir tierra, trabajo, capital y habilidades empresariales), por lo que su grado de interrelación y complejidad no pueden por arte de magia convertirla en una persona.
Por otro lado, y como financiero, puedo decir que la utilidad neta es sólo uno de los muchos componentes que evalúan los accionistas para decidir si la compañía va bien o mal o con que los inversionistas demandan y mueven el precio de las acciones. Son mucho más importantes el crecimiento sostenido, alto y orgánico (sin fusiones) de las ventas, el porcentaje del portafolio de productos que está creciendo sus participaciones de mercado, el flujo de efectivo y sus impactos en la rentabilidad, entre otros muchos.
Del famoso caso del medio ambiente no queda más que hacer notar la "tragedia de los comunes", es decir, que nadie tiene el menor incentivo por cuidar lo que no es de nadie. Si queremos que una empresa respete el medio ambiente, o ésta lo hará sola como estrategia de mercadotecnia (si no, no hay razón) o se privatiza el recurso que la empresa usa para que le cobren si lo daña (la mejor solución, a mi parecer) o si el recurso no se puede privatizar la externalidad se pone en un mercado financiero, como ya ocurre con el carbono.
Pero quizá la mejor defensa de La Corporación viene de nuestro amigo Johan Norberg, autor de "En Defensa del Capitalismo Global". Para Norberg, el empresario es un héroe. Y yo siempre lo he pensado así: si la definición de héroe es "persona que toma una idea y se dedica a su cumplimiento de acuerdo a un gran incentivo final", creo que todo cuadra. Pero dejemos que Norberg nos explique:
"Hay una obra clásica de Joseph Campbell, un libro sobre historia cultural El héroe de las mil caras, sobre héroes de diferentes culturas. Debido a que Campbell recorrió el mundo al leer libros de otros continentes, pudo ver que existen héroes en todas las culturas, en todos los libros, en todas las eras. Necesitamos héroes, pues estos dicen algo sobre lo que son nuestros valores, qué es bueno, qué es grandioso, qué es malo, por qué debemos luchar y qué es lo que debemos evitar.
Campbell vio un patrón común. Pensó que en la mayoría de las culturas y épocas el mismo tipo de hechos son vistos como heroicos.
Algo grandioso ocurre y nuestro héroe es forzado a emprender una travesía para combatir enemigos hostiles, contra toda probabilidad, con carencias en su conocimiento sobre qué hacer, cuándo y cómo hacerlo. Pero a lo largo del camino se hace de amigos que lo ayudan, le dan conocimientos y lo inspiran para hacer lo correcto.
Piensen de nuevo en esa travesía heroica y en la persona de la que acabo de hablar: gente como usted, pensadores, innovadores, emprendedores. ¿Qué es lo que hace posible que podamos comprar equipo y mercancías provenientes del otro lado del mundo? Los emprendedores se enfrentan a las antiguas tradiciones, a obstáculos políticos; pero también tienen amigos: gente con acceso a capital, al conocimiento, a otros negocios. Si tienen suerte, los emprendedores triunfan. Si no, aprenden algo nuevo, lo hacen incluso mejor la próxima vez, y traen a la comunidad algo nuevo que cambiará sus vidas para siempre.
Ésa es una gesta heroica. El emprendedor es el héroe de nuestro mundo. En realidad no necesitamos de los Frodos, los Luke Skywalker o las Buffys Cazavampiros."
Campbell vio un patrón común. Pensó que en la mayoría de las culturas y épocas el mismo tipo de hechos son vistos como heroicos.
Algo grandioso ocurre y nuestro héroe es forzado a emprender una travesía para combatir enemigos hostiles, contra toda probabilidad, con carencias en su conocimiento sobre qué hacer, cuándo y cómo hacerlo. Pero a lo largo del camino se hace de amigos que lo ayudan, le dan conocimientos y lo inspiran para hacer lo correcto.
Piensen de nuevo en esa travesía heroica y en la persona de la que acabo de hablar: gente como usted, pensadores, innovadores, emprendedores. ¿Qué es lo que hace posible que podamos comprar equipo y mercancías provenientes del otro lado del mundo? Los emprendedores se enfrentan a las antiguas tradiciones, a obstáculos políticos; pero también tienen amigos: gente con acceso a capital, al conocimiento, a otros negocios. Si tienen suerte, los emprendedores triunfan. Si no, aprenden algo nuevo, lo hacen incluso mejor la próxima vez, y traen a la comunidad algo nuevo que cambiará sus vidas para siempre.
Ésa es una gesta heroica. El emprendedor es el héroe de nuestro mundo. En realidad no necesitamos de los Frodos, los Luke Skywalker o las Buffys Cazavampiros."
A pesar de que las corporaciones son organizaciones que ya han pasado por la etapa "heroica" (es decir, su fundador o el orginador de la idea ya pasó a mejores), y que existe una pugna (mucho más percibida que real si se ponen los incentivos correctos) entre el accionista y el directivo; el carácter fundacional de las compañías sigue versando en un tremendo heroísmo. Aquí el punto es que censurar a las Corporaciones es algo profundamente desviado: gracias a ellas tenemos enormes comodidades y gozamos de mayores y mejores estándares de vida. El costo que le achacan es, a mi parecer, pura especulación cientifista o problemas causados por la existencia de bienes públicos. Una empresa es, simple y sencillamente el Atlas, como Ayn Rand decía.
Y esto lo escribe alguien que trabaja en la Corporación que inventó el detergente, el pañal desechable, el cepillo de dientes, la navaja de afeitar, la pasta de dientes, el acondicionador para el cabello y otros implementos sin los cuales la vida moderna no se podría concebir.
Y si no nos gusta lo que hace una Corporación, simple y sencillamente dejamos de comprar sus productos o no la recomendamos, y se acabó. Sin sombrerarzos la empresa recibirá un jalón de orejas o en el peor de los casos perderá la primacía en el mercado o incluso quebrará.
Es tiempo de entender que la historia, desde que el mundo se ha movido por la economía del mercado, ha respondido y se ha movido sólo hacia donde miles de millones de personas han querido que se mueva. Y como dice el propio Norberg, sólo hagamos caso al epitafio del constructor de la catedral de Londres, Christopher Wren: si monumentum requiris, circumspice (Si quieres un monumento, mira a tu alrededor).