Generalmente los escritores de ciencia ficción se formaron en un ambiente de guerra fría (si excluimos de la noción a Wells y a Verne, los tres veces h padres del género literario más geeky de la historia), en donde ante la cantidad de inventos y desarrollos que muchas personas habían creado y ante su uso criminal con fines criminales, buscaron ya fuera evadirse de la realidad (como románticos, claro) o buscarle los tres pies al gato y mediante sus obras alertar a la población sobre los peligros de cualquier cosa que consideraran peligrosa (distopiando) o simplemente utopiando con el mundo del futuro.
En esta parte, la utopía o la distopía casi siempre terminaba en un gobierno en que por las buenas o por las malas planificaba hasta el último reducto de la vida de sus gobernados.
Sin embargo, nos encontramos un issue: el asunto de la utopía y porqué podrían creer los escritores de ciencia ficción que esto es primero posible y luego mínimamente deseable para la humanidad.
Me vienen a la mente dos cuentos de Asimov: uno en el que en un futuro la democracia será tan "perfecta" que una computadora tiene que escoger al votante más "representativo", hacerle toda una serie de preguntas estúpidas para conocer sus motivaciones psicológicas y así escoger al candidato ganador; y otro en el que a los niños se les señala desde la infancia para qué serán buenos, qué trabajo deberán escoger y luego competir por las poquísimas vacantes en torneos a los que iban miles de personas (eso de los concursos ya existe en la vida real, en Italia). De cualquier modo el cuentito este me recordó más a Himno, de Ayn Rand, que cualquier otra cosa.
El chiste aquí es que Asimov no era precisamente una persona liberal. (fue demócrata a matar y estaba a favor del control de la población; mientras que nuestro amigo Krugman ha confesado que le fascinaría ser como los planeadores de la serie de la Fundación).
Parecía ver no sé si con gracia o con animosidad este tipo de improbable control de las vidas de los ciudadanos, en que un iluminado (o una máquina, que nunca puede equivocarse) podía tomar las decisiones que "mejor convinieran a la mayoría".
Y por eso estamos en un grave problema: muchos liberales creen (no sé si "creemos") que buena parte de los males históricos de la humanidad provienen de Platón, precisamente por creer eso del "Rey Filósofo" y por pretender que la Historia tiene un sentido. Por lados distintos, Ludwig Von Mises (La Acción Humana) y Karl Popper (La Sociedad Abierta) llevaron por la parte histórica y por la parte ética un grito de guerra por demás épico y liberal: "¡Déjennos en paz!"
Es decir, que un grupo de personas dejado libre, sin ser molestado, a sus capacidades tiene un desarrollo notoriamente mejor (aunque sujeto, por supuesto, a diferencias absolutamente humanas y a la previsible desigualdad que esto genera) al de uno donde hay un iluminado que decida sobre las vidas de los demás. Y así llegamos al cacareado bien común, que como bien estoy alineado con mi querida Rand, sólo puede ser entendido como la sumatoria de los bienes máximos a los que puede llegar ene número de personas utilizando su propia capacidad y/u obteniendo ayuda en intercambios racionales con las demás. Tan fácil como eso.
Muchas veces el gran problema de la sociedad, en cuanto escucha el canto de las sirenas de los demagogos, no es solamente un paradigma que desvía la aplicación de la ley natural a primeros o segundos principios; sino precisamente creer que ya sea el gobierno o cualquier líder tiene aquella llave que le dé el derecho de decidir qué es lo que conviene a sus gobernandos. Por cierto que por ahí escuché que en este país es herencia azteca deificar a los líderes (y por eso olvidar que un líder, como cualquier otro, también tiene sueño, siente comezón, se rasca, le salen mocos o se los saca, y sobretodo, que no tiene manera de saber los costos de las decisiones de los demás).
Por eso las buenas intenciones son tan peligrosas: alguien estará dispuesto a hacer algo que no quieres "por tu propio bien".
Sin embargo, eso no significa que yo no disfrute leer a Asimov. Es cierto que en política era un desviado, pero fuera de eso, echar a volar la imaginación no tiene en absoluto ningún otro issue, y menos con cuentos tan creativos y tan aleccionadores sobre los límites éticos del progreso humano (aunque el autor viera cruzar esos límites como deseable).
* Adendum: Existe un escritor liberal de ciencia ficción. Se llamaba Robert Heinlein y es más conocido por haber escrito una novela que los hippies abrazaron como epítome literario de su movimiento (Stranger in a strange land) y por llevarse los motes de fascista y militarista con Space Troopers (cuya adaptación es de las peores películas que he visto). Sin embargo, en The Moon is a Harsh Mistress, Heinlein logró poner sobre la mesa muchos de sus concerns auténticamente liberales. Una frase para la posteridad es: "El ochenta por ciento de la sabiduría humana consiste en no meterse en los asuntos de los demás. El veinte por ciento restante en realidad no importa"
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