Al igual que muchos mexicanos, suelo tomar mis decisiones de voto (o decisiones democráticas) por el partido que siempre voto, y en una rarísima excepción, por el candidato si éste está radicalmente volcado a favor de las ideas en las que yo creo (a menos claro, que con ese voto yo pudiera estar favoreciendo una ventaja de otro candidato con ideas radicalmente contrarias a las mías, y por lo tanto sus posibilidades de ganar; lo cual me hace regresr mi voto a una opción un tanto más pragmática).
Y al igual que el elevadísimo porcentaje del electorado que no pertenece a un partido político (y quien gracias a la reforma electoral ha sido marginado por completo de cualquier cargo público por esta misma situación), voto por el partido de siempre porque es de los males el menor.
Cuando confieso mis preferencias políticas (o más bien, mis preferencias electorales; pues las políticas ya las he delineado bastante en este blog), siempre comento que a raíz de mi participación en una serie de juegos de volleyball entre cuadra y escuela, me identifiqué con un partido porque siempre gritaban "Ahí está el PAN"
(Es el peor chiste que he contado en mi vida).
Siempre he votado, pero nunca he votado por otro partido que no sea el GBP (Grand Blue Party)
principalmente por las razones expresadas arriba. Es más, la idea de estamparle una cruz a otro símbolo, especialmente si es tricolor o tiene un solecito me da asco, o en el menor de los casos indiferencia por la inutilidad que esto significaría.
¿Qué puedo decir? El PAN es el único partido que tiene un equity que medio se acerca a las cosas que creo, pero más que nada, porque siempre he creído que el PRI es una entelequia cavernaria (necesaria en su momento, pero cavernaria al fin), hipócrita y cínica al mismo tiempo, que sólo le importa el poder aunque el país se hunda; mientras que su bastardo amarillo es para mí un partido bajo y prosaico, cuyas ideas se reducen a una vulgar y estúpida mentira.
Sin embargo, he de reconocerlo, el PAN no es ni por asomo un buen partido.
Es más: el PAN es un partido sumamente bisoño, formado en su mayor parte por políticos "bonachones" aunque eso no impida casos olímpicos de deshonestidad, cobardes en las reformas, imbéciles hasta lo indecible en las negociaciones y los engaños de la oposición.
Desde el pragmatismo de "ganarle al PRI como sea, aunque meta gente de él y gobierne como él" hasta el bobalicón "Vedi le fosche notturne spoglie" (alias, Coro del Yunque) con sus ideas idiotas; pasando por supuesto por el doctrinarismo que repite una cantinela aburridísima sobre la patria y la sociedad civil.
Y, no me sorprende, el PAN ha perdido casi todas las elecciones en las que ha participado en el último año.
Muchos le han achacado estas derrotas a los conflictos internos entre esas alas "pragmáticas" (a.k.a. "hay que rebasar a la izquierda por la izquierda") y las más dogmáticas (a.k.a. "estamos aquí para instaurar el reino de Dios en la tierra").
Pero también muchos liberales, entre ellos yo, creemos que el PAN se halla en una encrucijada porque ha perdido su "Brand Equity", es decir, porque ya no tiene nada que decirle a parte de sus consumidores, los shifters que compran de distintas marcas según el performance que observen. Aquí tenemos el problema: El PAN está perdido y no dice nada a nadie, salvo a la tía que pertenece a la Pía sociedad de las sociedades Pías, a los ingenuos que odian tanto a la izquierda como yo pero creen que se le puede vencer con intervencionismo estatal y políticas "que meten mano en la bragueta", a los hispanófilos y a aquellos padres de familia con impulsos totalitarios que escriben libros de texto que instan a reprimir las pasiones de uno (es en serio: se llama UNPF).
Si tantos de nosotros votamos por el PAN porque no tenemos mejor opción, pero otros tantos lo hacen porque representa a los valores castellanos y a las enseñanzas de la mamá y de la abuela; creo firmemente que una redefinición (un "reposicionamiento") de la marca "Partido Acción Nacional" es necesaria.
¿Por qué lo creo, y además creo que esta redefinición sería exitosa?
Simple y sencillamente porque hoy día crece la opción de ser liberal (libertarian en inglés). Poco a poco salimos de los nichos de mercado y nos convertimos en una alternativa real. Pregúntenle a los europeos que, según Newsweek, aun siendo pocos se animan a leer a Hayek y a Friedman y toman las banderas azules, incluso en España (Gracias RedLiberal, Gracias Libertad Digital). Pregúntenle a los republicanos ronpaulianos, con su récord histórico en captación de ganancias para un día.
Creo que es posible porque quiero un partido no reformista, sino reingenieril. Un partido valiente, del cual me enorgullezca al votar, que llegue al gobierno para tronar diseños institucionales jurásicos, para golpear monopolios y sindicatos, para proteger a la familia del Estado, para proteger a los ciudadanos de la violencia con alternativas realistas. Sobretodo, un partido que sin dejar de lado sus banderas históricas de moralidad y democracia cristiana en política social (sin ellas se desploma, aunque pido mucha más moderación), aprenda a defender la libertad más vilipendiada de todas: la libertad de hacer lo que se nos pegue la gana con nuestros recursos.
En el PAN hay liberales valiosísimos. El primero en el que pienso se llama Luis Pazos, el auténtico economista austriaco en México, con su CISLE y sus libros de divulgación (por cierto que debo hacer un resumen de uno de ellos en clase de Delint). Es como el Ron Paul mexicano (aunque Ron Paul tampoco es excesivamente liberal, si no, leamos sus opiniones sobre migración).
Él es la prueba de que hay equity para más y mejores ideas, que diferencien al PAN del mercantilismo priísta y del estatismo perredista y le catapulten con esos votantes indecisos, que quizá muchos sólo quieran lo que todos queremos, desarollo, mediante alternativas económicamente realistas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario