Desde que tengo doce años, el Sindicato Mexicano de Electricistas me enchila.
Mucho.
Desde que cuando iba en sexto de primaria mi papá llevaba en el carro todos los días el Reforma y leía las declaraciones del líder, sus amenazas veladas y directas, sus insultos y su cinismo, sus mentiras tan viejas como Matusalén acerca de una supuesta (y absolutamente deseable) privatización de la industria eléctrica y sobretodo, sus contoneos con la izquierda cavernaria e incluso con el zar de ese prostíbulo colectivista flotante que se llama Cuba.
Ahora, ya no sé si arrojar más bilis o reírme del absoluto descaro con el que esta gente maneja a una entidad que se pudre por dentro y que precisa de cantidades bestiales del gobierno incluso para seguir operando.
La verdad, ya no sé qué sentir acerca de gente que amenaza con incendiar al país si no se le concede ¡equinoterapia y delfinoterapia para los hijos discapacitados de los sindicalizados!
A decir verdad, no podría estar más confundido (o más claro acerca de mis opiniones políticas) cuando uno tiene una empresa llamada Luz y Fuerza del Centro, hundida hasta el cuello, que nos pide que le agradezcamos porque todavía nos lleva la luz, muy a pesar de que cuando uno paga, se enfrenta con ocho cajas de las cuales una está abierta, con el típico burócrata de torta y refresco, que opera ¿¡Con una máquina de escribir!?
La operación de LyFC demuestra, en economía, muchísimas cosas:
1.- La absoluta superioridad de la competencia y la operación privada (por parte de gente accountable, que puede perder hasta la camisa) de una empresa.
2.- El funcionamiento de un sindicato corrompido hasta la médula. Y la demostración de lo que es un buscador de rentas.
3.- Porqué no nos hemos cruzado con un presidente que se atreva a estirar la liga contra esta gente hasta que se les rompa en la cara, requisar la huelga y poner a ese sindicato contra la ley.
4.- Y sobretodo, porqué las facturas llegan vencidas (al parecer ni siquiera son capaces de imprimirlas a tiempo), porqué a quien tiene contactos le cobran dos pesos cada bimestre, porqué la gente se jubila a los treinta y cinco y todavía se pone a exigir que la empresa nunca pueda ser declarada en quiebra. Habrase visto.
Mucho.
Desde que cuando iba en sexto de primaria mi papá llevaba en el carro todos los días el Reforma y leía las declaraciones del líder, sus amenazas veladas y directas, sus insultos y su cinismo, sus mentiras tan viejas como Matusalén acerca de una supuesta (y absolutamente deseable) privatización de la industria eléctrica y sobretodo, sus contoneos con la izquierda cavernaria e incluso con el zar de ese prostíbulo colectivista flotante que se llama Cuba.
Ahora, ya no sé si arrojar más bilis o reírme del absoluto descaro con el que esta gente maneja a una entidad que se pudre por dentro y que precisa de cantidades bestiales del gobierno incluso para seguir operando.
La verdad, ya no sé qué sentir acerca de gente que amenaza con incendiar al país si no se le concede ¡equinoterapia y delfinoterapia para los hijos discapacitados de los sindicalizados!
A decir verdad, no podría estar más confundido (o más claro acerca de mis opiniones políticas) cuando uno tiene una empresa llamada Luz y Fuerza del Centro, hundida hasta el cuello, que nos pide que le agradezcamos porque todavía nos lleva la luz, muy a pesar de que cuando uno paga, se enfrenta con ocho cajas de las cuales una está abierta, con el típico burócrata de torta y refresco, que opera ¿¡Con una máquina de escribir!?
La operación de LyFC demuestra, en economía, muchísimas cosas:
1.- La absoluta superioridad de la competencia y la operación privada (por parte de gente accountable, que puede perder hasta la camisa) de una empresa.
2.- El funcionamiento de un sindicato corrompido hasta la médula. Y la demostración de lo que es un buscador de rentas.
3.- Porqué no nos hemos cruzado con un presidente que se atreva a estirar la liga contra esta gente hasta que se les rompa en la cara, requisar la huelga y poner a ese sindicato contra la ley.
4.- Y sobretodo, porqué las facturas llegan vencidas (al parecer ni siquiera son capaces de imprimirlas a tiempo), porqué a quien tiene contactos le cobran dos pesos cada bimestre, porqué la gente se jubila a los treinta y cinco y todavía se pone a exigir que la empresa nunca pueda ser declarada en quiebra. Habrase visto.
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