domingo, 9 de marzo de 2008

Romance para la empresa de la cual soy "propietario"


(Con el perdón de Isaías)

Vengo a cantar, en nombre de mi amado país, la canción de "su" empresa.

Mi amado país "tenía" una empresa en un golfo muy fértil.

Expropió instalaciones, construyó monumentos, y formó técnicos de la mejor calidad.

Convirtió a esa empresa en parte de su "soberanía", la hizo una entelequia, la llenó de burócratas y extrajo el oro negro hasta el cansancio.

Mi amado país esperaba que la empresa diera riqueza, pero en cambio sólo encontró monoproducción, crisis económica, un grado de libertad que sólo se ve en Corea del Norte, a una empresa monstruosa con pérdidas, y la más asquerosa serie de mentiras con la que la mentalidad de un colectivista puede envenenar la conciencia de un mexicano.

(Sólo como feliz recordatorio de hace un siglo: "El niño Dios te escrituró un establo; los veneros del petróleo, el diablo").

Ahora, habitantes del Anáhuac, hombres de Mexitli; díganme qué debemos hacer con "mi" (perdón, "nuestra" empresa)...

¿Qué más podemos hacer por "nuestra" empresa que no hayamos hecho ya?

¿Por qué, cuando mi amado país buscó riqueza y desarrollo en la "Rectoría del Estado" encontró sólo crisis e incompetencia?

Ahora, les diré qué vamos a hacer con "nuestra" empresa:

Dejemos que los pozos se incendien.

Quitémosle el mantenimiento a los ductos, para que los estallen los terroristas, permitamos a los dueños de las franquicias dar litros de ochocientos mililitros; que todo el dinero que le demos se lo queden los altos lores del sindicato, con sus puestos heredables y sus jubilaciones a los cuarenta años y sus permisos de trabajo de años con goce de sueldo.

Mandemos al subsuelo a que la fuente se agote y sólo se pueda extraer de pozos profundos.

La empresa "del" país es la competitividad de México, y los hombres de Anáhuac son su amado capital humano.

¡Mi país buscó desarrollo, pero vean, halló incompetencia! ¡Clamó por "soberanía", pero vean sólo vemos dependencia!

Podemos hacer eso, un curso de acción tremendamente ético pero excesivamente costoso. (El señor Francisco D'Anconia puso el ejemplo al volar en pedazos todas sus minas de cobre cuando los gobiernos de Argentina y Chile quisieron expropiárselos, lo cual me parece una decisión tan liberal como hermosa).


O podemos tomar la fácil: hacemos que esa maldita empresa se vuelva competitiva, metemos a todos los competidores que podamos, me dan mis acciones para que me deshaga de ellas tan pronto como pueda y mandamos a la chingada a todos los que se oponen, desde el sindicato hasta el Peje.

Es eso, o la incompetencia total.

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