miércoles, 10 de septiembre de 2008

Eso que dicen de los poderes fácticos...

Por doquier, en casi cualquier periódico y en muchas conversaciones de cafetería, casi siempre surge una sarta de palabrejas que en mayor o menor medida son o inventadas por los comentaristas políticos o que son producto de la fantabulosa dialéctica que parece empapar desde siempre a muchas escuelas de sociología (i.e. ‘forma/función’, ‘orden’/’progreso’). Entre esta sarta me intriga mucho el repetido uso de las palabras ‘poderes fácticos’ en contraposición a ‘poderes formales’, casi siempre en un contexto donde se enfatiza que los primeros son una especie de monstruos o gente en las sombras que tiene a bien controlar todos los designios y destinos del país. Incluso el periodista Jorge Zepeda Patterson escribió un libraco de ocasión política donde contaba las vidas y las descripciones de las personas (bien conocidas, por cierto) que según él son los dueños de México.

El uso repetido de esta frase de ‘poderes fácticos’ ha sido enarbolado también como una bandera izquierdota para justificar y explicar el estancamiento en la agenda política durante el gobierno de Fox y después de un comienzo calculado y pujante, ahora comienza a ser lo mismo con el gobierno de Calderón. Dicen que los poderes fácticos son aquellas ataduras que impiden que el gobierno venga a salvar los intereses ‘de la ciudadanía’ en el discurso más centrado o ‘del pueblo’ en el más radical.

En este caso es innegable que algunas de las personas que han sido señaladas como poderosos fácticos hayan contribuido a la victoria de Calderón (que a mi parecer es absolutamente inobjetable) para conservar algunos privilegios, sobretodo en el caso del sindicato educativo, cuyo caso fue más una venganza de carácter personal con un pequeño premio al final. Pero de ahí a afirmar que esta gente controla los destinos de México es un error sumamente burdo que practican todos aquellos que creen en el determinismo histórico tan denunciado por Popper como el germen de muchas malvadas tiranías.

Quienes creemos que casi todos los aspectos de esta vida son estocásticos (de hecho, que el único aspecto determinístico es la muerte) difícilmente podemos creer que haya alguien que ‘controle’ un país de ciento y pico millones de habitantes con sus decisiones. Y sobretodo, que somos incapaces de creer que quien pueda retirar este ‘control’ se lo quede para beneficiar a los que no lo tienen y así llegar a lo que tantos ilusos definen como ‘bien común’. Al final, pura retórica estatista.

Esto de los poderes fácticos tiene una explicación económica más sencilla: estas personas o grupos son lo que llamamos ‘buscadores de rentas’. Es decir, quienes al margen de la competencia de mercado han obtenido canonjías y privilegios que les permiten hacer no-óptimos los outcomes o las salidas del proceso. El monopolio, para quienes no sepan, sólo es sostenible cuando se protege con leyes. El sindicato es el clásico buscador de rentas que controla el precio de equilibrio de la oferta-demanda de trabajo. Mismo caso con la organización gremial. Y estas personas en su conjunto evitan en mayor o menor medida que el mercado sea un juego limpio. Eso, por supuesto, no equivale a decir que controlen el país. Lo que hacen es limitar su competitividad y dañar la integridad del juego institucional donde ningún sistema que se precie de ser liberal o capitalista puede obtener los resultados necesarios.

¿Qué hacer, entonces? En este caso, nos hemos topado con una de las grandes desventajas de la democracia: dado que el votante es naturalmente estúpido (ya lo dijo Bryan Caplan) y vota de manera estúpida, su voluntad es fácilmente coercible en una estructura corporativista, por lo que la manutención de esta estructura termina moviendo las elecciones, máxime cuando cada grupo de presión vende su voto al mejor postor.

Este dilema aparentemente irresoluble sólo tiene un camino de salida y no es nada agradable: hay que leer a los clásicos. Deshacer este entrampado, mucho me temo, sí requiere de la actuación del príncipe. ¿Cómo? Con todo dolor cercenando las manos que dan de comer a sus enemigos, y mordiendo hasta arrancar las manos que le dan de comer a él una vez afianzado su poder. ¿Es un acto de valentía? Sí. ¿Requiere de violencia? También. ¿Carece de toda ética? Muy probablemente. Pero salir de esto, en este triste caso, en países donde el corporativismo campea, sólo ha podido ser solucionado mediante la violencia.

miércoles, 20 de agosto de 2008

¡Kiap!


Las olimpiadas suelen ser una experiencia entre frustrante y ¿puzzling? ¿baffling? para los habitantes de mi colectivista país. Al igual que en los mundiales pero sin tanta furia y sin tanta parafernalia, los cafés y las mesas de comedor se llenan de gente que dice y repite como borriquito una de las frases más estúpidas que dice cualquier mexicano: ‘Jugamos como nunca y…’ (ya saben cómo termina). Siempre es ‘perdimos’ y ‘ganamos’. El triunfo de un deportista es un triunfo de México. Los medallistas reciben mucha atención y luego quedan en los periódicos de la época. Para los muchos más que se quedan en posiciones de media tabla, como casi cualquier indicador en el que este país participa, siempre se resalta la mediocridad de carácter como la causa de no lograr mejores posiciones y se repite otra fácil pregunta: ¿No podremos sacar a diez buenos entre cien millones?

Esta suposición revela un grave desconocimiento de las leyes de la economía, y más concretamente de la economía institucional. (Por cierto, de entrada la pregunta no aplica porque India es el segundo país más poblado del mundo, con casi mil millones de habitantes y no da una en nada, salvo en hockey de pasto, una herencia colonial de los ingleses). Veamos por qué.
Si nos atenemos a la evidencia histórica, podemos percatarnos que el deporte de alto rendimiento triunfa en tres tipos de países:

- En los países donde el deporte está institucionalizado, es de ‘libre concurrencia’, se maneja por federaciones privadas y se tienen estrictos planes de desarrollo, además de que el deporte posee gustos renovados entre los más jóvenes porque han recibido una excelente educación física en la escuela.

- En los países donde por motivos de raza las personas tienen una ventaja impresionante para ciertos deportes. (i.e. Atletismo)

- Y en los países totalitarios, donde el Estado es capaz de controlar las vidas de los potenciales deportistas a los que les echa el ojo y así puede prepararlos desde la infancia, reclutarlos, alimentarlos, vestirlos y entrenarlos para que ganen medallas y luego se paren en los desfiles para saludar al comandante. Si no me creen, pregúntenle a la URSS cuántas medallas lograba siendo la URSS, cuántas lograba Alemania del Este y cuántas logran Corea del Norte y Cuba.
Hasta donde yo sé, México no entra en ninguna de las tres categorías. Al igual que la India, este país se caracteriza por un Estado gordo y esclerótico, que vivió años y años bajo un partido dominante que tenía todas las ideologías bajo su espeso manto, que cambiaba y cambia de políticas cuando cambia de líder en cualquier organización, y con una pésima educación física.
A mí me hubiera fascinado ser discriminado en un sistema donde la educación física no es precisamente correr tres vueltas al patio y luego jugar la cascarita para terminar reponiendo las fuerzas con una coca bien fría, pero la realidad es radicalmente otra. No podemos pedir dar una en educación física si no damos una en matemáticas y redacción.

Además claro, y esto ya se ha dicho, las federaciones deportivas funcionan en su mayor medida como clubes privados donde los grandes rentistas dueños de academias o simplemente burócratas enquistados por años y años campean a sus anchas. Su torpeza para manejar los trámites y su grado de corrupción le han costado ridículos e incluso la pérdida de la participación en un mundial a los representativos nacionales. Y no es que como digan muchos, que ‘roben’ (que lo deben hacer, tampoco es que sean tontos), sino que los federativos carecen por completo de planeación y de las reglas institucionales que garanticen los resultados en la formación de deportistas de alto nivel. Probablemente éste sea uno de los mayores problemas del deporte nacional, y la solución que muchos esgrimen, que es que la Conade amplíe sus facultades para intervenir las federaciones; sería contraproducente porque primero, el gobierno no tiene derecho a decidir qué hacer con las organizaciones privadas, segundo, el gobierno no tiene por qué usar el dinero que me quita para financiar vanidades (jajaja), y tercero, porque lo haría peor que un montón de federativos corruptos. Telmex es mejor siendo monopolio privado que monopolio público, y lo demás es bullshit.

Por último, el tema del dinero. Mucha gente en México cree que todo se arregla con dinero. No hay día en que alguien solicite ‘más apoyos’ para cualquier cosa. En el caso del deporte, como en muchos casos, supongo que convendría ver que en Estados Unidos el deporte es de financiamiento privado, el arte es de financiamiento privado, los museos son de financiamiento privado y la cinematografía es de financiamiento privado. Aquí el gran problema es que los patrocinadores, que tampoco son tontos, se van por los proyectos que garanticen el mayor retorno, y financiar carreras de deportistas olímpicos no lo es tanto como lo es el fútbol. Así es: somos excesivamente ‘panboleros’. Esto estaría bien y bonito si el país tuviera un competente seleccionado, pero el fútbol sufre de las mismas taras que el resto de los deportes olímpicos, sólo que con mucho más dinero. Ergo, un punto más a la tesis que el problema está en el diseño institucional de las federaciones y menos con el dinero. Cuando la política organizacional ahoga a la operación, entonces la organización está jodida.
Dios mío, si el boxeo mundial está controlado por un mexicano que ha logrado partir a la organización, que ha devaluado el deporte como pocos deportes en la historia y que además, parece que se va a quedar ahí hasta su muerte.

Sin embargo, en todo este desbarajuste cabe mencionar que hay un deporte donde las reglas institucionales son buenas, donde existe un ánimo de práctica, donde la mayoría de las escuelas son privadas y donde hay un excelente pool de competidores. Por ello, México no se ha ido de una olimpiada sin una medalla en Tae-Kwon-Do. El día de hoy, el primer oro.
El Tae fue traído a México por un maestro coreano (no pregunten) que tuvo dos alumnos. Uno de ellos es José Luis Olivares Amores, primer cinta negra mexicano. Y otro de ellos es Sergio Fonseca Martín, el segundo cinta negra y mi tío abuelo político por parte de la hermana menor de mi abuelito. Olivares fundó el IMTKD (Instituto Mexicano de Tae Kwon Do) y mi tío Sergio el Moo-Dook-Kwan, cuyo original aún está disponible en el Gym&Dance de Teca, si me permiten el comercial. En medio del furor setentero por las artes marciales, el Tae fue ganando poco a poco adeptos en las cada vez más comunes escuelas independientes o dentro de academias de natación o clubes deportivos.

Practiqué Tae-Kwon-Do ocho años de mi vida, del 94 al 2002. Durante esos años, en los que no fui bueno y odiaba el combate y me daba mucha hueva ir, vi poco a poco cómo crecía la demanda de los alumnos y cómo iban mejorando los competidores. Fui a un dual meet en el 92 contra Corea del Sur y a los mexicanos les partieron la madre. Dieciséis años después, el Tae se consolida como un deporte que rinde frutos, principalmente por la solidez de las escuelas, por ser un deporte que a los niños les gusta, porque la federación está bien manejada, la selección nacional está bien entrenada y so on. En 1978 Oscar Mendiola fue el primer mexicano en obtener un campeonato mundial. Hoy se le han unido dos chicas más (no pregunten, que no me acuerdo).
Y México tiene cuatro medallas olímpicas en la especialidad.

Todo esto sin la grosera mano del gobierno metiendo mano.

Las anteriores consideraciones deben servir para demostrarnos que efectivamente, depende de la solidez institucional y la alineación estricta de sus objetivos y el desarrollo de incentivos para hacerlos cumplir que una organización pueda declararse triunfadora. El ‘big fart’ del asunto, es que esto es increíblemente difícil si no se hace de inicio. Pero una vez conseguido, lo demás son guarradas.

lunes, 18 de agosto de 2008

El espacio para la creación de una leyenda. (O sobre el nuevo heroísmo)

Como mucha gente, me he preguntado en repetidas ocasiones el porqué de la cada vez menor aparición de ‘leyendas’, ‘genios’ o ‘héroes’ que sean considerados como tal de un modo casi unánime por personas de muchos y muy distintos estilos de vida y concepciones, sin importar si la valoración final fuese positiva o no. Es probablemente una característica con la que debemos de aprender a vivir en este nuevo siglo. Lo que me parece sorprendente es que haya quien crea que éste es un símbolo de decadencia cultural o de corrupción de la civilización, y no, como es simplemente, una cuestión de enfoque. Como firme creyente de haber nacido en una época en la cual cada persona es capaz (o debería ser capaz) de manejar su propia vida sin ataduras coercitivas decididas por un iluminado (sin caer en extremos triunfalistas, como Fukuyama; o estúpidamente místicos, como los neopaganos y sus eras de Acuario), creo también que poco a poco nos hemos ido desprendiendo de esa necesidad de revestir desesperadamente de características heroicas a personas que o no lo eran o no lo merecían, o que eran incapaces siquiera de hacer converger una visión a cierto número de personas. El liderazgo contemporáneo no debe exigir sacrificios, sino sacrificarse como ejemplo. Así, la función liderazgo debería irse alejando notoriamente de seguir a alguien –por ser alguien- hasta alinearse en la definición más o menos óptima: seguir a alguien porque abandera algo, que es algo en lo que yo creo también, y que él es capaz de manejar los recursos para llegar a ese algo mucho mejor de lo que yo podría hacerlo. Hasta ahí, bien.
Sin embargo, esa tendencia que algunos llaman ‘final de la gran época de las ideologías’ no me parece que sea la causa principal de la cada vez menos aparición de ‘héroes’ considerados tal por mucha gente y a la vez, el surgimiento ocasional de ‘héroes’ considerados así por sí mismos y por un grupúsculo de seguidores, aunque pongan en peligro a todos los demás. Como he dicho, es una cuestión de enfoque.
A mi parecer una de las principales razones por la cual la tasa de creación de leyendas se ha desplomado; es precisamente porque los candidatos a ‘leyenda’ se hallan debajo de un escrutinio público feroz y a un control y supervisión de sus respectivas vidas por los medios de comunicación tan tremendo que al primer error, se acabó la candidatura. Y al fin y al cabo, uno puede equivocarse (o dar la sensación de que lo ha hecho) en ene ocasiones, siempre y cuando se extinga de una manera tal que quede muy poca apreciación de los mismos y mucha más de lo que pudo ser y no fue, o lo que era cuando era.
Me explico con un ejemplo: El último gran ‘héroe’ o ‘leyenda’ fue un músico inglés, del Merseyside, llamado John Lennon. (Si preguntan por qué lo he escogido, es simplemente porque es la última biografía en mi enciclopedia de ‘Grandes Biografías’). Casi todo mundo, yo incluido, está de acuerdo en que John Lennon fue un genio. Y no solo un genio. Un maldito genio. Aunque se pueda reconocer que no cantaba demasiado bien y que al final terminó siendo representante de un buenismo tonto que no lleva a nada, que es inofensivo en manos de un artista pero increíblemente destructivo en manos de un político con ganas; la figura y la llamada ‘estatura moral’ que es un juego de apreciaciones nada objetivo y nada racional, coloca al señor Lennon como uno de los grandes de la Historia. Y no tuvo que hacer demasiado, salvo componer poesías gloriosas y obras maestras (‘Déjame llevarte, porque voy a los campos de fresa, donde nada es real y donde nada es para sentirse atribulado’), y pasar su vida desafiando a cuanta convención social encontró, llevándose entre las patas, por supuesto, al más grande grupo musical de la Historia. No tuvo cuidado en su propia imagen (al menos no como Byron, otro escandaloso, pero con un manejo de imagen pública impresionante), sino que sólo provocó el entusiasmo de muchos por hacer cuanto le vino en gana y seguir estrictamente sólo ese código moral. Porque, seamos sinceros, sus ideas no llevan a nadie a ningún lado si no vienen con un buen cargamento de objetivos y estrategias. Meterse en la cama no hace por la Paz Mundial (trademark) lo que hubiera hecho la Ronda de Doha de haber triunfado.
Sin embargo, John Lennon nunca hubiera alcanzado esta imagen a los ojos del mundo si no hubiera muerto de la manera en que lo hizo. Los demás Beatles son leyendas vivientes (minus Harrison) pero no simbolizan el idealismo por la paz y la hermandad, porque sencillamente los hemos visto cagarla en muchas ocasiones, en demasiadas si se quiere. Conocemos de sobra lo que ocurrió con la segunda esposa de Paul McCartney, lo que pidió en el divorcio y por qué le faltaban las piernas. Sabemos que Ringo Starr salió de cavernícola y que ahí conoció a su propia chica Bond. Y qué padre, la verdad. Pero pensemos ahora en el gran idealista que cantaba para darle la oportunidad a la paz y que estaba en su segundo aire cuando un loco con muy buenos gustos literarios le disparó por la espalda en cinco ocasiones. La leyenda se hizo al instante.
Es decir, y esto es muy aventurado, que si John Lennon hubiera vivido hubiera llegado un momento en que sus protestas, sus canciones y los performances de su esposa hubieran aburrido a la opinión pública.
Al fin y al cabo, muchos de los héroes contemporáneos lo son tal porque no hemos tenido la oportunidad de verlos cagarla, y si lo hemos hecho, han muerto con la violencia necesaria para borrar tal memoria.
¿Qué hubiera hecho Gandhi si después de un rato lo hubieran hecho presidente de la India? Pregúntenle al Partido del Congreso, el gran PRI hindú. ¿Qué hubiera hecho Martin Luther King de vivir para ver cristalizar su movimiento? Pregúntenle a Jesse Jackson en sus recientes declaraciones sobre Barack Obama. Y una más difícil. ¿Qué hubiera hecho el Doctor Salvador Allende de continuar en el gobierno de Chile? Pregúntenles a los ciudadanos del único país de Latinoamérica que la está haciendo y haciendo bien si hubieran querido continuar con la hiperinflación, las carencias y la crisis que cierto modelo generó (y eso no quiere decir que les hayan gustado las desapariciones, las torturas y las ejecuciones saltando de aviones).
Al fin y al cabo, el chiste aquí es que contemporáneamente, el heroísmo se ha convertido en un juego de espejismos donde la percepción creada por quienes tienen la capacidad de hacer llegar sus opiniones a mucha más gente (y más si esta gente los considera autoridades dignas de normar sus criterios) es la que cuenta mucho. Pero también cuenta nuestro increíble morbo por las vidas consideradas trágicas. Somos muy telenoveleros. Y la vida real, mucho me temo, dista de ser el modelo de tragedia donde un gran desequilibrio en las fuerzas que mueven el universo sólo era salvado mediante la muerte de un protagonista.
Del mismo modo, el modelo de ‘heroísmo’ propuesto por Campbell es increíblemente claro: un llamado a la aventura, la búsqueda de un gran incentivo final, un camino lleno de tribulaciones, el gran enfrentamiento con el Némesis y el retorno al hogar. Desafortunada y/o afortunadamente, me suena a que aplica para cualquier persona. ¿Entonces?

domingo, 20 de julio de 2008

Celebrity Deathmatch


Por ahí escuché que la un tanto gore serie de monos de plastilina (A.K.A. Stop Motion) está por comenzar una nueva temporada. En mis lejanos trece solía yo ser fanático de las tripas y la sangre y todas las vísceras y humores de plastilina que salían botando hasta la pantalla.
Ahora, un tanto más crecidito y con otro tipo de intereses que no sean ficticias luchas entre ignaras y anodinas celebridades, ha renacido en mí el impulso de ver de nuevo todos los vericuetos de tan singular programa, aunque con un casting un tanto distinto.
Por eso, creo que las peleas que hoy en día mataría por ver son las siguientes: (los que están con asterisco ocurrieron o dicen que ocurrieron en la vida real)

Platón vs. Aristóteles*
David Hume vs. Jean Jacques Rousseau
Friedrich Hayek vs. Werner Sombart
John Maynard Keynes vs. Milton Friedman
Frederic Bastiat vs. Pierre J. Proudhon*
Sigmund Freud vs. Carl Gustav Jung
Erich Fromm vs. Viktor Frankl
John Rawls vs. Robert Nozick
Ayn Rand vs. Rosa Luxemburgo
Karl Popper vs. Jean Paul Sartre
Naomi Klein vs. Johan Norberg
Peter Bauer vs. Jeffrey Sachs
Bjorn Lomborg vs. Al Gore
David Friedman vs. Murray Rothbard (fuego amigo, fuego amigo)
Hilaire Belloc vs. Christopher Hitchens
Paul Erlich vs. Julian Simon*
Carlos Llano vs. Carlos Monsiváis (el juego local no puede faltar)
Jean Francois Revel vs. Eric Hobsbawm

Aunque creo que nadie las vería, en el mundo académico serían auténticos agarrones.

sábado, 5 de julio de 2008

Sobre cómo un idiota reacciona a las idioteces que él ha creado


Para quien ha escuchado algunas de mis opiniones en ciertas materias, se dará cuenta de que hay en este planeta algunas instituciones a las que les tengo tirria. La primera de ellas, de la que versa parte de éste artículo, es la ONU.

Pero... ¿Por qué? ¿No es la ONU una organización buenaza y de buenazos, surgida de la buena voluntad de los países después de la Segunda Guerra Mundial, creada para preservarnos a todos de conflictos? ¿No son sus organismos los garantes de que se respeten los derechos humanos en este siglo? ¿No son sus burócratas un ejemplo de probidad y desinterés por los asuntos de la comunidad humana? ¿No son sus recomendaciones ejemplo de las mejores ideas de cómo políticas bien pensadas redundarán en la justicia social™ o en el bienestar del pueblo™?

No.

Tan fácil como eso.

No.

La ONU es el templo y recinto sagrado de las buenas intenciones en este planeta. Aunque podemos y debemos reconocerle ventajas como los esfuerzos por el desarme y los cascos azules en alguna que otra intervención para evitar conflictos (aunque no me acuerde de ninguno y aunque los cascos azules hayan recibido acusaciones medio fuertezonas), creo profundamente que sus políticas y recomendaciones son corresponsables junto con las dictaduras militares y las guerrillas y demás de mantener a África como África, de propiciar un diálogo de sordos en asuntos como el Calentamiento Global™, de poner las manos en la cintura y recomendar sin ambajes procedimientos coercitivos de control poblacional y sonreír con bobería ante los Estados de Bienestar que tienen a los países de europa occidental como economías muy ricas, muy paradas, muy desempleadas y muy excluyentes. Eso sin mencionar, por supuesto, que la ONU es una especie de sueño húmedo para todos aquellos que tienen a bien soñar con un gobierno mundial y muy veladamente incluyen en sus discursos 'por la democratización' una serie de mecanismos donde las mentadas de madre que son muchas ONG's pudieran tomar parte en los asuntos del mundo activamente.

¿Y por qué esta serie de problemas y desajustes? Por una razón muy lógica: porque la ONU está formada por burócratas. No sé a quién leí, pero estoy de acuerdo en que muchos políticos de izquierda (la mayoría socialdemócratas) trabajan en la ONU para imponer sus agendas progres. Muchas organizaciones con intereses muy oscuros participan en recomendaciones (recuerdo en la asamblea del IMEF, en Guadalajara, el testimonio de una chava sobre la imposición de puntos de vista desubicados en temas tan importanes como la salud del adolescente o la educación sexual). Las conclusiones del IPCC (Pánel Intergubernamental del Cambio Climático) son escritas por políticos, no por los científicos que corrieron los estudios. La Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano tiene hasta el artículo dieciséis o dieciocho la garantía individual que debería ser la tres de tres (respeto a la propiedad) mientras que en los demás favorece que se consideren derechos algo que las personas deberían escoger. Y un largo listado de etcéteras.

Pero el día de hoy dedicaré mis dardos al organismo de la ONU que probablemente sea el alcahuete favorito de nuestros políticos idiotas latinoamericanos: La CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe). La CEPAL es tristemente célebre porque el argentino Raúl Prebisch, uno de sus antaños mandamases, fue el creador de muchas de las tesis estructuralistas de sustitución de importaciones que sirvieron para clientelizar al agro de mi país, hacer empresarios mandilones con papá gobierno, hacer empresas chafas e improductivas, reducir a una virtual nulidad la oferta de productos extranjeros en los mercados nacionales antes de 1985, disparar el contrabando y en general, cometer toda una serie de violaciones a la libertad de elección de las que no vale la pena hablar. Aunque eso sí, "fortaleció al mercado interno".

Resulta que han elegido a una nueva mandamás (no sé si presidenta o secretaria general) para la CEPAL y en una entrevista con Mario Campos, ha soltado una cantinela tan anodina como estúpida y repetitiva: "Que la actual crisis de los alimentos™ no puede dirimirse por los mecanismos de mercado, sino que debemos recalibrar el papel del Estado bla bla bla bla bla bla"

A ver, señora. La crisis de los alimentos™ no es una situación de mercado normal. El sector agroalimentario siempre ha sido de los más manoseados por la santa mano visible (que como diría Paco Calderón, ahora es cínicamente reivindicada) y cómo no va a serlo ahora, cuando por un lado tenemos a un gobierno gringo que se le ocurre quedar bien con lo del cambio climático™ subsidia la producción de biocombustibles que resultan ser más caros e ineficientes que la gasolina tradicional, y por el otro lado el caso épico del gobierno argentino (quien a través de sus administraciones en el siglo veinte logró lo que parecía imposible: mandar a un país del primer mundo al tercero a golpes de populismo) que pone un impuesto desproporcionado a las exportaciones de su principal industria quesque para fortalecer al mercado interno (que ya se va mereciendo su propio signo de trademark) y que los demás se jodan. Esto aunado a un muy merecido incremento de la demanda por parte de China tiene a los precios de los alimentos subiendo. Y tan tan.

¿Qué opinarían ustedes de un organismo que pide más intervencionismo en una crisis de la cual las políticas que recomienda son corresponsables? A mí me suenan las características de un idiota. ("El estúpido es como lo que el estúpido hace")

jueves, 26 de junio de 2008

¡Perdón, Señor Nabokov!

Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Mi pecado, mi alma. Lo-lee-ta: la punta de la lengua tomando un viaje de tres escalones desde el paladar hasta tocar los dientes tres veces. Lo. Lee. Ta. Ella será Lo, Lo a secas, en la mañana, su estructura masiva de pie en un calcetín. Ella será Lola en pantalones de burócrata. Ella será Lolis en los amables comerciales del gobierno. Ella será Dolores con sus auditores y visitadores.

¡Señoras y señores del jurado, la prueba número uno es aquella que los serafines, los desinformados, simples serafines de alas nobles envidiarán! ¡Miren este entramado de espinas!

Pues ahora, soy un becario del Tax Department.

martes, 17 de junio de 2008

The Friedmans




Hoy, después de curiosear más de lo debido en el net-surfing, me llegó una añoranza fantabulosa. Al igual que muchos otros de mi H. Generación, nací y crecí viendo series de familias locas y disfuncionales formadas por integrantes que se dedicaban a toda una serie de actividades inusuales, recónditas, patéticas o aventuradas, con la ocasional visita del alienígena, monstruo, cosa que habla y demás (i.e. Los Simpson, Los Henderson, los de Corky, los de Alf, los Burrón (nunca hay que perder el toque chauvinista) con un larguérrimo listado de etcéteras.)

Luego, por supuesto, vino la onda de los reality de las familias de los famosos más irreverentes y torpes de la farándula. Los Osborne son los clásicos, aunque puedo pensar en las vidas de Carmen Electra, Travis Barker y Jessica Simpson.

Sin embargo, entre toda esta pléyade de familias de autoparodia gringa clásica he notado un gap que me hubiera fascinado ver (y que de transmitirse, sería su arduo fan).

¿Nunca han pensado en las vidas de los Friedman?

La verdad, yo no.
El patriarca, nuestro singular economista Milton, siempre me parció admirable por su continuo reto del statu quo con su impecabilidad en el análisis y la defensa del laissez faire y de la libertad del capitalismo, sin contar por supuesto su precioso desarme monetarista del inflacionismo keynesiano y su autoría intelectual en el turning-the-tide de los ochenta en contra del intervencionismo estatal. Pero eso, a cualquiera que tenga a bien sentirse o creerse un 'rebelde' le sonará hasta conservador.

En lo particular, creo que Milton Friedman no lo era en absoluto, precisamente por el contexto en el que le tocó desarrollar su fecunda obra. ¿Se imaginan andar por ahí diciendo que intervenir hasta los codos un ciclo económico lo empeora durante esa época de lentes de carey y trajes grises de fieltro? ¿O que la inflación es causada por un aumento en la masa monetaria? ¿O que la única responsabilidad social de las empresas es hacer utilidades? ¿O irse a parar con Phil Donahue y repetir que greed-is-good? Es más... es de los pocos premios Nobel que han interpelado el día de la entrega. Eso habla mucho de ir en contra de la corrección política.

Ahora que su hijo David es un bemol un tanto más elevado. Sin contentarse con el análisis de su papá (quien por cierto para algunos austriacos muy radicales es casi un socialista), David Director Friedman es uno de los más famosos teóricos del anarcocapitalismo en su variante llamada 'de Chicago' (tenía que ser), con un enfoque más gradual que el de Rothbard.
Este enfoque proyecta privatizaciones graduales hasta llegar a privatizar incluso la ley y el orden. David se opone al iusnaturalismo, lo cual no deja de extrañarme, y es un redomado utilitarista. Pero eso no es lo más estrambótico del hijo aún más pródigo que el padre, sino su afición a la recreación histórica. Como miembro de la Sociedad para el Anacronismo Creativo, donde tiene el sobrenombre de 'Duque Cariadoc del Arco', el señor Friedman Jr. se dedica a vestirse de medieval y a simular escenas de la vida de la age of chivalry. No contento con eso, a la par de clásicos como 'La Maquinaria de la Libertad: Guía para un Capitalismo Radical' escribió una novela fantástica llamada 'Harald' y está escribiendo una nueva, con el título de 'Salamandra'

Eso ya da para varios capítulos de todo un reality, pero todavía no terminamos.

El nieto del gran economista, Patri Forwalter Friedman también esgrime una ideología anarcocapitalista (digo, ya no se podía llegar más allá) y se dedica principalmente a promover el 'Seasteading', que no es otra cosa sino la apropiación y colonización del mar en sus aguas internacionales, donde la mano del Estado no llega sino hasta la bandera de los barcos que por ahí cruzan. Esto con el fin de formar países inventados, libres y anárquicos, tipo 'Que es mi Dios la libertad, mi ley la fuerza y el viento y mi única patria la mar.'

Digo, mientras no haya espacio exterior todavía...

Patri además vive en una ¿comuna?, tiende a disfrazarse y a pintarse a cada rato y bloguea. Es todo un freak, que no niega la cruz de su parroquia ni en lo físico ni en el germen de sus ideas.

¿Podrían imaginarse una serie con tres generaciones así? Yo moriría por verla y por coleccionar sus capítulos. Tantas situaciones chuscas en las que pienso, como el programa piloto, con Naomi Klein como invitada (Ja!).

Pero desafortunadamente esto no podrá ser. Milton Friedman se nos adelantó hace año y medio, y ahora se dedica a fungir de gigante moral que calla con videos antiguos a la dama anteriormente mencionada. Lo único que podemos hacer es ver a esta familia como una disfunción curiosa y divertida, pero que a la vez le deja al mundo toda una herencia de defensa de las libertades individuales que, por nuestro bien, espero nunca desaparezca.

Así sería la serie de televisión 'Los Friedman: Campeones de la Libertad'

viernes, 13 de junio de 2008

Qué aerobics ni qué ocho cuartos

Para todas las damas, damitas y alguno que otro mareado, propongo una solución bajo el área de una curva (es decir, integral) para bajar de peso.

Pidan al grupo de variedad que toca en cualquier boda el siguente popurrí:
Zorba el Griego (Αλέξης Ζορμπάς en griego)
Hava Naguila Hava (הבה נגילה en hebreo)
Those Were the Days (Дорогой длинною en el original en ruso)
I will survive (la versión donde la gente baila abrazada, 'I will survive' en inglés (beeeee...))
y para que no digan que no somos chauvinistas aquí, el Jarabe Tapatío (A.K.A. 'Mexican Hat Dance')
Con todas las contorsiones, brincos y vueltas que hacen los danzantes originales.
Ejecútese una vez a la semana y voilà!
¿Quién dijo que no era divertido perder peso?

viernes, 6 de junio de 2008

Duda existencial

¿En qué ejército sirven el Coronel Mostaza y el Sargento Pimienta?

miércoles, 14 de mayo de 2008

Añoranza

Un maestro peneque solía hacernos escuchar la canción del chorrito en primero de secundaria para señalar el ciclo de agua.

Hoy me levanté pensando cuán feliz hubiera yo sido si de tener economía en esas instancias me hubieran hecho leer el poema de Robert Frost (a.k.a. “Aquilino Biondo” según el doblaje de los Simpson) sobre dos caminos que se separan en un bosque amarillo (para señalar el costo de oportunidad).

“Two roads diverged on a yellow wood and I took the one less traveled by, and that’s what made all the difference”

sábado, 10 de mayo de 2008

Uno de los mejores de Paco Calderón


Entre los mejores cartones de Paco Calderón he puesto el de Dulce María Sauri y Miguel de la Madrid cantando "Those were the days", el dominguero de la despedida a Friedman y a Galbraith y el de la victoria de Fox, cuando un águila tenía muchos nopales dónde posarse.

Sin embargo, aquí se la rayó con el verso de López Velarde:

"El niño Dios te escrituró un establo, los veneros del petróleo, el diablo"

viernes, 25 de abril de 2008

Uno sabe que ya dio el viejazo

Cuando las bandas de la adolescencia de uno sacan sus discos de Greatest Hits

domingo, 20 de abril de 2008

Las Noticias del Norte

La revista Día Siete siempre me ha causado una sensación torcida. Sus secciones de amenidades, el cartón de Maitena acerca de la irremediable treintona, la de tecnología y a veces la de libros me provocan agradables momentos en la king-size de mis abuelitos la mayoría de los domingos; pero por otro lado, siempre he percibido un horrible tufillo a aires de progresía entre sus páginas. Probablemente porque está dirigida por Zepeda Patterson, un miembro de la comentocracia que nunca ha sabido muy bien para donde moverse, aunque presiento que tiene simpatías veladas por cierto personaje de cuyo nombre no me quiero acordar pero que andan comparando (no sin razón) con algunos de los dark lords más temerosos de la historia, aunque al fin y al cabo les hallan faltado los dos de mayor death toll.
Bueno, aquí el caso es que en la edición del domingo pasado, la de los ocho años de aniversario de la revista, hicieron una larga lista de listados entre los cuales estaba el de quince cosas por las cuales odiar al gobierno (de cualquier partido, de los tres órdenes de gobierno). La línea que me llamó la atención, y que motiva este largo post, es una que decía literalmente: "Gracias a ellos, el país está devastado".

Entonces sacudí la cabeza y proferí un fuerte: "¡Ah, cabrón!"

¿Cuándo pasó el temblor o la madre revolución y no me avisaron? ¿Cuándo se derrumbaron con hórrido estruendo los templos, los palacios y las torres? ¿Desde cuando puedo caminar entre las piedras, despertado de mi sueño?

Porque yo no veo un país "devastado". ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo?

Hay quien llama lo que ocurre con el narco una "guerra civil". Para mí no es más que una serie de enfrentamientos entre bandas avivado por una política de lucimiento del gobierno, por demás inútil si no se corta la fuente económica que surte el incentivo de cultivar y vender narcóticos.

Hay quien llama el borlote de las cámaras como "una prueba de la profunda inestabilidad social que existe". Para mí no es más que la minoría de la minoría de la minoría (y la mayoría, estimada señora Rodríguez, está en sus escritorios trabajando) que está dispuesta a escoltar a un loco a las puertas del poder y luego escoltarnos a todos los demás al Gulag, aunque en realidad son una llamarada de petate molesta y vulgar, que refleja los peores paradigmas del mexicano promedio.

Siento un profundo desprecio por aquél que vive de pronosticar desgracias para aprovecharse de ellas, pero también siento orgullo por lo que los que trabajan han hecho sin escándalos.

Mi hermana acaba de regresar de San Luis. Al igual que mis impresiones al regresar de Guadalajara, regresó diciendo que le sorprendió lo bien, lo ordenada y pacífica que resultaba la ciudad. De pronto, me hallé a mí mismo de nuevo en León, en Querétaro, en Aguascalientes, hasta en Puebla. Vi pavimentos claros y sin baches. Vi sistemas de transporte ordenados y eficientes. No vi marchas, salvo uno o dos merolicos que parecían de aquellos predicadores callejeros. Vi ciudades limpias. Vi tráfico fluido.

Vi que otro país era posible, y más que posible, que existía frente a mis narices.

¿Por qué?

Me parece que la respuesta también está frente a nuestras narices.

viernes, 18 de abril de 2008

Frases célebres

-¿Sabían de aquélla a quien llaman "La Marcha de Zacatecas"?
-No. ¿Por qué le dicen así?
-Pues porque todos la tocan desde la primaria

martes, 15 de abril de 2008

Atrapado entre dos mundos

Hay un gap entre dos dimensiones. Más bien, creo que parece un rite of passage doloroso y extraño, de final incierto y de un aire excesivamente vacuo y a la vez, soporífero.

Escribo esto para poderme controlar, a sabiendas que la palabra escrita siempre ha sido mi escape favorito.

Estoy entre dos mundos.

Soy todavía un niño. Un mocoso, ni más ni menos. Inmaduro a más no poder por caprichos que se le ocurren de pronto, que toma decisiones porque se le pega la gana tomarlas, incapaz de poner freno a sus propias ideas y compulsiones, que no le importa destruir todo lo que ha construido en un momento de locura. Que se arriesga y que de pronto le vale lo que es capaz de perder.

Soy ya un adulto. Alguien que debe hacer planes y programas. Alguien que debe presupuestar, ahorrar, comenzar a pensar en un distante retiro, cuidar sus inversiones y sus financiamientos; que no quiere arriesgar ni puede desear más dolor y más desengaño. Que sabe que debe guiar, que debe sonreír a la adversidad, que debe pelear con galanura y que jamás debe quejarse. Que tiene en sus manos la llave a importantes decisiones de negocio y todo lo que ello implica.

Soy yo. Atrapado entre dos mundos que no saben si chocar o causar una violenta reacción al fusionarse. Consciente cada vez de peor manera que el tiempo es el recurso más escaso de todos y que no se puede jugar a todo sin planear con extremo cuidado. Que debe aprender a poner atención a como dé lugar, por más difícil que sea o por más cansancio que exista. Que no debe permitir que una valoración subjetiva nuble su juicio y sea capaz de entender las expectativas y los retos de una manera correcta y racional.

No creo que haya otro camino sino el de aprender. Es el tour de force.

Y el país, impasible, por encima de mí despliega una hipérbola.

lunes, 14 de abril de 2008

Frases Célebres

“Hoy en el camino vi un sticker de los Deadheads* en un Cadillac.
Una pequeña voz en mi cabeza dijo: “No mires atrás: nunca puedes mirar atrás”.
Donald Henley – Los muchachos del verano

*Para entender esta parte de la frase, si la llevamos a valor presente se oiría (y la imagen se vería) así:
“Hoy en la carretera vi un sticker de Vans off the Wall en un Cadillac”
Sorry, es mi mejor intento.

viernes, 11 de abril de 2008

El manifiesto de un bibliófilo económicamente consciente


No creo que me equivoque al decir que soy una persona que comparativamente gasta un elevado porcentaje de su ingreso en libros. Todo aquél que me conoce lo sabe perfectamente, así como mis manías sobreprotectoras con las cosas que el señor Koreander define como "unos objetos rectangulares que llaman libros" (la regla de los setenta y cinco grados, las esquinas de los paperbacks pegadas con scotch verde, la alineación con regla y otras locuras más). Tengo una pesada lista de libros por leer, aunque muchos son dejados de lado o simplemente abandonados porque no me gustan; y en general, considero sagrado el momento en que mi mente se evade con más frecuencia que la de costumbre y me pongo a imaginar situaciones, ambientes y personificaciones de muchísimos tipos.

Pero esa pasión y ese respeto que siento por el material bibliográfico nunca me ha nublado el juicio como para dejar de creer que los libros, como casi todo, son objetos humanos, invenciones humanas, producto de la mente y de la racionalidad humanas (bueno, de la vanguardia para acá no tanto), como la mayoría de las cosas, son sujetos de intercambiarse en un mercado. Ergo, la unidad con la que se mide su valor y se raciona su intercambio es el precio.

Esto viene a cuento por la tan llevada y traída ley del libro. En general es un paquete de medidas y buenas intenciones encaminada a "desarrollar a la industria librera nacional" y de paso incrementar los paupérrimos índices de lectura en este país.

Sólo me voy a referir al punto más escandaloso y polémico de esta ley: el precio único.

Según esto, la nueva ley va a prohibir a cadenas grandes como Gandhi otorgar descuentos en precios de anaquel. ¿Con qué argumento? Pues con el de que las grandes librerías imponen sus políticas de volumen a las editoriales y esto pone en desventaja a las pequeñas, que se ven forzadas a cerrar como en dominó.

El Comisionado Federal de Compencia basó su recomendación de veto a Fox en leyes económicas fundamentales sobre la libertad de elección. Y obviamente ciertos partloteadores medio místicos le brincaron encima. Su principal argumento económico era que "la industria editorial es única y por ello requiere reglas distintas". En pocas palabras, si un libro es una bazofia que nadie quiere leer, merece ser publicado y tirado por miles sólo por haber sido escrito. Tan fácil es la mentalidad colectivista.

En lo muy particular, yo estoy en absoluto desacuerdo con esto del precio único. ¿Por qué? Porque si bien es cierto que las librerías practican la discriminación de precios (es una práctica de lo más usual para probar hasta qué punto está dispuesto un consumidor a comprar equis cosa y subir el precio de equilibrio con ello), que los libros para los verdaderos bibliófilos son bienes con curva de demanda inelástica y que el precio único sólo aplicaría para novedades, la noción de fijar un precio, no importa quién la haya propuesto o quién la apoye, despide un horrible tufo a podrido.

Si dos y medio de tres partidos lo apoyan, si la industria editorial lo apoya, si hasta la propia Gandhi lo apoya y nuestra sarta de palomos colipavos "que se suben a su torre de marfil convertida en pedestal de idiotas" (Calderón dixit), y sólo el comisionado federal de competencia y mis profesores de economía están en contra, entonces hay algo que no cuadra aquí.

Todos los que lo apoyan tienen absolutamente algo que ganar:

Las editoriales, practicar la discriminación de precios que tanto critican que hacen las librerías.

Las librerías, librarse de la competencia y poder negociar el margen que se les pegue la gana y subir sus utilidades del único modo doloso que existe.

Los partidos, porque quieren quedar bien con otra iniciativa políticamente correcta. ¿Quién estaría en contra de hacer que las personas lean más?

Y los intelectuales, tercio por ser protegidos y ser publicados aun cuando no vendan, tercio porque es una iniciativa "progre" y tercio porque deben trinar de ira contra una cadena de librerías que despoja de sus "legítimas ganancias" a las pequeñas (el cuento de "You've got mail" revolcado)

He estado en un país donde los libros tienen un precio fijo, y permítanme decirles que son estúpidamente caros. Estúpidamente.

Sí me fijo en el precio de los libros. Y siempre comparo entre librerías. Y siempre compro donde es más barato. Por ejemplo, el último de Ken Follett resultó ser comparativamente más barato en Costco que en Gandhi, y lo compré ahí. Tan fácil. Un libro que no pueda conseguir aquí o que sea estúpidamente caro lo voy a comprar con Amazon. Tan fácil. Si me fijan el precio de un libro y lo puedo obtener en algún otro lado más barato, ni modo. Que se jodan los rentistas de la Caniem.

Y por último, mi opinión sobre el fomento a la lectura.

Sí, también yo quisiera ver un país donde la gente abarrote las liberías, donde en los parques haya personas con libros, con que en lugar de leer el Libro Vaquero o ver Rebelde agarren un libro (aunque tampoco soy de esos que pontifican sobre agarrar un Camus y no un Grisham). Pero también quisiera ver un país con gente sin paradigmas. Un país donde uno pueda escoger hacer con sus bienes lo que se le venga en gana, sin limitaciones ni mentiras.

La culpa de que aquí no se lea es de quien ha sacralizado al libro y lo ha rodeado de un halo místico que impiden que alguien lo viva y lo disfrute como lo que es: un escape hacia otros mundos, la reproducción del nuestro, las hazañas de grandes hombres y mujeres, las dudas sobre la existencia, las preguntas universales. En suma: una manifestación más.

Como ésta que estoy escribiendo.

jueves, 3 de abril de 2008

Mis memorias con la economía, parte dos

Quien ha jugado conmigo algún deporte, fútbol con más frecuencia o volleyball con más desgracia, se ha podido percatar con enorme presteza que soy un inepto.
Un inepto.
No creo que haya mejor palabra para eso.
En el fútbol, por ejemplo, siempre juego de defensa, medio y delantero, en ambas bandas de la cancha e intento cazar goles cuando puedo. En el voli surgió mi filiación partidista (Léase mi post sobre la crisis de mercadotecnia del PAN), en el basket me le aviento al que traiga el balón y tiro manotazos sin ton ni son. Aprendí a nadar solo, y aunque puedo sobrevivir en un naufragio soy un monumento a la falta de estética al moverme en el agua. En el tocho no logro hacer que un balón gire al lanzarlo (y difícilmente lanzarlo). Es más, sólo soy moderadamente bueno en el beis, en el tae (hice ocho años, aunque ahora no puedo ni alzar la pata a la cintura) y en el maratón (siempre le gano a la ignorancia, jejeje).
“Execrablemente torpe en virtualmente cualquier deporte.” Debería ser mi motto.
El problema aquí es que mi papá, quien a primera vista da una menos que yo en el deporte, y eso que no doy una, se defiende notablemente. En el fut barre y foulea con gracia. Nada con gracia. Lanza un balón de americano con gracia. Lanza una curva con gracia. Juega tenis y squash con gracia. Mete doscientos puntos en una línea del boliche y con gracia. Y saca y defiende en el voli con gracia.
Si yo fuera Luis Pazos, me preguntaría, ¿Por qué dos personas que comparten genes y herencia son tan distintas en los deportes? ¿Qué políticas aplicó un “país” que no aplicó el otro?
Alguna vez me animé a preguntar la cuestión y recibí una respuesta sorprendentemente económica y sorprendentemente satisfactoria.
Como es bien sabido, no tengo hermanos. No tengo primos por el lado de mi papá y por el de mi mamá cuatro, a los que les llevo respectivamente seis, trece y quince años. Esto quiere decir que a no ser por un par de vecinos y la desastrosa experiencia de la liga de fútbol de Ciudad Satélite, Sociedad Anónima; no hubo mayor desarrollo en el asunto.

Mi papá, por el contrario, por el lado de mi abuelito (no los he contado) tiene alrededor de diez primos hombres, mientras que por el lado de mi abuelita debe tener más de quince. Cuando vivía allá por la Moctezuma casi todos sus primos por la parte materna habitaban en las cercanías, y como era lógico todos se ponían a jugar. Mi papá es el segundo mayor de sus primos, entre los cuales existía una enorme competencia, como suele ocurrir entre niños que se conocen bien y conviven muy seguido. Imagínense: jugando y compitiendo tarde tras tarde con niños a los que a lo sumo les llevas dos o tres años, donde si naciste torpe o mejoras o te sacan, así de fácil.

Para mí no hubo incentivo para luchar contra toda limitación, real o percibida, en el campo deportivo y así convertirme no en un atleta, sino en alguien que se mínimamente defendiera.
Es más, tenía todo el incentivo para no hacerlo: es decir, no exponerme al ridículo.
¿Que tenía otras ventajas comparativas? Así es, y probablemente es lo que hice. Sin embargo, en este tema en particular, mi opinión subyace en mi similar postura a lo que deberían hacer los gobiernos: mis papás me hubieran hecho jugar cualquier cosa mientras fuera menor de edad, sin hacer caso a mis quejas. Cero proteccionismo. Con el tiempo yo hubiera sabido en qué era bueno (probablemente hubiera terminado siendo un pitcher competente) y sería un poco más decente en los deportes.
Pues bien, eso es lo que más o menos pasa con el comercio internacional. Un país que compite sin restricción alguna deberá especializarse en lo que sabe hacer mejor (es decir, su ventaja comparativa) y aunque al principio dolerá muchísimo, no creo que haya manera más humana y útil de jugar en el mercado internacional.

miércoles, 2 de abril de 2008

El Ambientalismo y la Edad Media


La parte más fea de mi corriente literaria y artística favorita, el romanticismo, es la desviación que causó su fuerte cargada hacia la naturaleza y su amor por el medievalismo. Es decir, tan imbuidos quedaron algunos de las teorías de Rousseau (un intelectual tan ingenuo como peligroso), que comenzaron a ver con muy buenos ojos la noción de que el retorno a la naturaleza y el buen salvajismo eran ideas incompatibles con el desarrollo industrial. Si bien en lo muy particular yo me siento identificado con el romanticismo en cuanto a la naturaleza (mi texto sobre la función del jardín, que se halla en mi Moleskine, es la mejor prueba de ello) y también en una visión, torcida quizá, de la edad media como una época de enorme pureza ideológica y estética; también intento ser una persona racional y comprender ciertos principios económicos que aplicados correctamente (i.e. con el diseño institucional a.k.a. estado de derecho adecuado) o incluso a medias tintas han hecho mucho más que nada para que el mundo viva en sus mejores etapas de riqueza y prosperidad. La afirmación anterior, por cierto, no es ningún chiste.
Esto viene a cuento por la situación del Earth Hour, un evento promovido por World Watch Fund (WWF) para que cada ciudad importante en el planeta apagara sus luces y se quedara como peneque sin hacer nada durante una larga hora. Esto, por supuesto con todas las buenas intenciones para que las personas pudieran “tomar conciencia” acerca de esto del calentamiento global y más que actuar en consecuencia, exigir que “alguien” actuara.
Ignoro si en México alguien siguió el numerito, aunque en mi casa la luz se fue una hora. ¿Coincidencia? No tengo la menor idea.
Pero el caso es que este comportamiento fanático y esa paranoia de buenas intenciones me tienen poco más que desquiciado.
¿Qué pretenden los ambientalistas de hoy? ¿Que su estándar de justificación moral sea regresar a la edad media? ¿Que regresemos como en manada a aquellos “idílicos” tiempos de peste e higiene terrible? ¿Qué reneguemos de todo el progreso (sí, Joaquín de siete años, Roberto Carlos es una conciencia progre cuya canción no ayuda a formar un debate serio sobre el tema) que hemos alcanzado y las comodidades que parte de la humanidad goza? ¿Que evitemos que la parte que no las tiene sea capaz de tenerlas mediante la limitación de su desarrollo o la formulación de políticas idiotas que no generan riqueza?
No es sorpresa entonces que buena parte de la izquierda dura se haya unido al movimiento ambientalista moderno, con el fin de atacar al sistema una vez que se han quedado sin sus viejos argumentos. No sorprenden entonces las demostraciones fanáticas de gente que pide esterilizaciones masivas o se suicida porque ya no quiere “depredar” más recursos naturales de la “Madre Tierra”. Bjorn Lomborg demostró muchas de las falacias del catastrofismo moderno, aunque bien todos estamos de acuerdo con que falta muchísimo por hacer. Sin embargo, mientras algunos proponen soluciones intervencionistas (y con malas intenciones en ello), muchos decimos y repetimos hasta el cansancio que los problemas ambientales surgen de la existencia de bienes públicos.
Como Don Boudreaux repite en su blog, entonces los ambientalistas deben amar a Corea del Norte, donde todos los días es día de no-comprar-nada y durante todas horas es la hora de la tierra, sin luz y sin energía.

martes, 1 de abril de 2008

April Reading List

Leí hace seis o más años Los Pilares de la Tierra, de Ken Follett. No he hecho los promedios, pero creo que el libro se acercó a uno de mis récords en velocidad de lectura.
El caso aquí es que en Historia (¿Quién todavía ve Historia cuando estudia finanzas en la universidad?) el libro es requerido para el curso.
Contada mi situación y dado que no quiero quedarme sin leer (digo, para darme un pretexto) pedí que me cambiaran los Pilares por su novísima continuación, Mundo sin Fin, una de las secuelas más esperadas en la literatura de thrillers.
Tengo dos concerns acerca de este asunto:
a) Cuándo se supone que voy a leer.
b) Si será una digna secuela.
Habrá que ver.

lunes, 31 de marzo de 2008

Corporational

Uno de los villanos clásicos del habitante medio del reino de Progresía es La Corporación.

Sí, ese monstruote gigantesco, infernal y despiadado que tiene el poder de lavarnos la cabeza con su publicidad y hacer que compremos las cosas que no queremos comprar, para así volvernos consumistas y tirar a la basura al medio ambiente, mientras este malvado ente se dedica a explotar chinitos pagándoles una miseria y enriquecer los bolsillos de unos señores grandes, gordos, con colmillos y sombreros de copa.

Dicen por ahí que La Corporación también tiene el poder de hacer que sus empleados se comporten como robots, mientras su posición no está segura porque a la primera subida de costos son despedidos. También se cuenta que se siente muy cómoda en los países en donde se le deja contaminar más, lo cual provoca una terrible rivalidad entre ella y sus iguales que harán que los países compitan entre sí para bajarle más a las regulaciones medioambientales y así mandar muy lejos a todo el planeta.

Todo esto, por supuesto, soportado en que la idea de que La Corporación es un ente infernal que actúa motivado por un egoísmo asesino y un tremebundo propio interés; mientras que el señor de Progresía, el gran ogro (AKA "Estado") es un gigante torpe, pero bondadoso, que ve amorosamente por todos y cada uno de los intereses de los habitantes del feliz reino.

Si bien muchos ya estamos cansados de este discursito, aquí el problema no es ciertamente ése; sino el de alguien que se llama "consumidor" y que a la vez es "votante" que si bien compra y realiza su vida diaria con productos de ene compañías de muchísimos tamaños, no está aware de que esos productos o servicios satisfacen necesidades y en cambio se indigna porque a Exxon se le averió un barco, por lo que estará dispuesta a pedir mayor control del Estado contra esa Corporación.
Es decir, castigar a quien en su juicio no hizo algo bien por la manera incorrecta, ésa que vendría siendo como el Munchkinland (donde comienza el camino amarillo) pero no a ciudad esmeralda, sino al Gulag. (y obviamente, no mediante la manera correcta, que es hablar mal de la compañía entre vecinos y amigos, lo cual supone un boicot individual y daña como pocas cosas a las empresas que se "portan" mal).

Un gran problema de la corporación moderna viene a ser su tamaño y la cantidad de personas que la conforman. Es justo como pasa con la Iglesia. Para una sola marca o un solo nombre colectivo, si ampara a miles y miles de personas, el error de una contamina a toda la organización. Me gusta llamarlo "el paradigma del canasto de manzanas" donde no importa si sólo es una entre millones la que está podrida, este paradigma en su total irracionalidad empuja al individuo a hacer una mega falacia de enumeración imperfecta y ergo todo el canasto está echado a perder.
Todas las empresas han cometido errores: en merca (i.e. La Coca cambiando de fórmula), en finanzas (i.e. mi propia compañía con los derivados), en producción (i.e. Union Carbide en Bhopal) y en recursos humanos, casi siempre (las tasas de rotación en corporaciones suelen ser altísimas). Absolutamente todas, por lo que ser considerada "socialmente responsable" o una empresa "explotadora" sólo es cuestión de saberse vender.
Se ha descrito a la Corporación con toda gentileza por parte de Joel Bakan (uno de los protagonistas del documental pifia "La Corporación") como un ser psicótico que sólo busca "la línea de hasta abajo" (a.k.a. la utilidad neta). Por principio de cuentas, no se le puede dar a una organización el carácter y las características de una persona. Una Corporación está compuesta por recursos naturales, humanos, financieros e intangibles (en economía les suelen decir tierra, trabajo, capital y habilidades empresariales), por lo que su grado de interrelación y complejidad no pueden por arte de magia convertirla en una persona.
Por otro lado, y como financiero, puedo decir que la utilidad neta es sólo uno de los muchos componentes que evalúan los accionistas para decidir si la compañía va bien o mal o con que los inversionistas demandan y mueven el precio de las acciones. Son mucho más importantes el crecimiento sostenido, alto y orgánico (sin fusiones) de las ventas, el porcentaje del portafolio de productos que está creciendo sus participaciones de mercado, el flujo de efectivo y sus impactos en la rentabilidad, entre otros muchos.
Del famoso caso del medio ambiente no queda más que hacer notar la "tragedia de los comunes", es decir, que nadie tiene el menor incentivo por cuidar lo que no es de nadie. Si queremos que una empresa respete el medio ambiente, o ésta lo hará sola como estrategia de mercadotecnia (si no, no hay razón) o se privatiza el recurso que la empresa usa para que le cobren si lo daña (la mejor solución, a mi parecer) o si el recurso no se puede privatizar la externalidad se pone en un mercado financiero, como ya ocurre con el carbono.
Pero quizá la mejor defensa de La Corporación viene de nuestro amigo Johan Norberg, autor de "En Defensa del Capitalismo Global". Para Norberg, el empresario es un héroe. Y yo siempre lo he pensado así: si la definición de héroe es "persona que toma una idea y se dedica a su cumplimiento de acuerdo a un gran incentivo final", creo que todo cuadra. Pero dejemos que Norberg nos explique:
"Hay una obra clásica de Joseph Campbell, un libro sobre historia cultural El héroe de las mil caras, sobre héroes de diferentes culturas. Debido a que Campbell recorrió el mundo al leer libros de otros continentes, pudo ver que existen héroes en todas las culturas, en todos los libros, en todas las eras. Necesitamos héroes, pues estos dicen algo sobre lo que son nuestros valores, qué es bueno, qué es grandioso, qué es malo, por qué debemos luchar y qué es lo que debemos evitar.

Campbell vio un patrón común. Pensó que en la mayoría de las culturas y épocas el mismo tipo de hechos son vistos como heroicos.

Algo grandioso ocurre y nuestro héroe es forzado a emprender una travesía para combatir enemigos hostiles, contra toda probabilidad, con carencias en su conocimiento sobre qué hacer, cuándo y cómo hacerlo. Pero a lo largo del camino se hace de amigos que lo ayudan, le dan conocimientos y lo inspiran para hacer lo correcto.

Piensen de nuevo en esa travesía heroica y en la persona de la que acabo de hablar: gente como usted, pensadores, innovadores, emprendedores. ¿Qué es lo que hace posible que podamos comprar equipo y mercancías provenientes del otro lado del mundo? Los emprendedores se enfrentan a las antiguas tradiciones, a obstáculos políticos; pero también tienen amigos: gente con acceso a capital, al conocimiento, a otros negocios. Si tienen suerte, los emprendedores triunfan. Si no, aprenden algo nuevo, lo hacen incluso mejor la próxima vez, y traen a la comunidad algo nuevo que cambiará sus vidas para siempre.

Ésa es una gesta heroica. El emprendedor es el héroe de nuestro mundo. En realidad no necesitamos de los Frodos, los Luke Skywalker o las Buffys Cazavampiros."
A pesar de que las corporaciones son organizaciones que ya han pasado por la etapa "heroica" (es decir, su fundador o el orginador de la idea ya pasó a mejores), y que existe una pugna (mucho más percibida que real si se ponen los incentivos correctos) entre el accionista y el directivo; el carácter fundacional de las compañías sigue versando en un tremendo heroísmo. Aquí el punto es que censurar a las Corporaciones es algo profundamente desviado: gracias a ellas tenemos enormes comodidades y gozamos de mayores y mejores estándares de vida. El costo que le achacan es, a mi parecer, pura especulación cientifista o problemas causados por la existencia de bienes públicos. Una empresa es, simple y sencillamente el Atlas, como Ayn Rand decía.
Y esto lo escribe alguien que trabaja en la Corporación que inventó el detergente, el pañal desechable, el cepillo de dientes, la navaja de afeitar, la pasta de dientes, el acondicionador para el cabello y otros implementos sin los cuales la vida moderna no se podría concebir.
Y si no nos gusta lo que hace una Corporación, simple y sencillamente dejamos de comprar sus productos o no la recomendamos, y se acabó. Sin sombrerarzos la empresa recibirá un jalón de orejas o en el peor de los casos perderá la primacía en el mercado o incluso quebrará.
Es tiempo de entender que la historia, desde que el mundo se ha movido por la economía del mercado, ha respondido y se ha movido sólo hacia donde miles de millones de personas han querido que se mueva. Y como dice el propio Norberg, sólo hagamos caso al epitafio del constructor de la catedral de Londres, Christopher Wren: si monumentum requiris, circumspice (Si quieres un monumento, mira a tu alrededor).

viernes, 28 de marzo de 2008

¿Es Vicente Fox un liberal peneque?

Venía oyendo en el radio una nota acerca de una cumbre en Argentina donde Mario Vargas Llosa (el intelectual latinoamericano que más admiro por su extraordinaria conversión idéológica), frente al mismísimo Chente, preguntó porqué México no avanzó en su gobierno.
Primero, decidir si México avanzó o no avanzó es cuestión de valoraciones muy subjetivas, incluidas por supuesto las de una oposición que hizo hasta lo imposible por destruirlo, y las del shakeup que fue su estilo tan poco convencional de hacer política.

En lo personal, creo que México sí avanzó; pero aquí la cuestión no es que el país avance o no avance, sino que hay países que avanzan más. Esto, no por lo que no se hizo en su gobierno, o lo que el mismo PAN no permitió durante el gobierno de Zedillo, sino por las situaciones estructurales que debieron haber sido modificadas hace casi cuarenta años (antes de la docena trágica, cuando el "milagro mexicano" se agotó y la estupidez económica condenó al país a la mediocridad para varias décadas).

Y en lo muy personal, Chente me cae bien. Me emocioné cuando ganó (digo, me tocó vivir un momento histórico), me emocioné cuando tomó posesión; y me des-emocioné cuando empezó a gobernar. Es más, estoy leyendo los reviews a su libro y alguno que otro pedorrista/perderista (además del gringo Tancrediano) lo agarró a mazazos, sin mencionar por supuesto al célebre, viejo, colmilludo y deshonesto periodista que es Miguel Ángel Granados Chapa, quien se burló del libro de Fox porque más o menos recién salido el libro un par de clientes o pusieron a la venta en libros usados de Amazon. Incluso el propio Silva Herzog, por demás balanceado, lo considera un insulto a los mexicanos primero porque el libro está mucho más que redactado por Rob Allyn, porque el tono está fuertemente orientado al lector del gabacho y porque según el analista, Fox muestra un tremendo desprecio por el ciudadano medio del país que gobernó.

Primero, creo que el mexicano no es idiota (aunque muchos lo parezcan), sino que está de paradigmas hasta la médula; y Fox nunca supo atender este punto demasiado bien.

Si pensamos, Fox fue bastante liberal comparado con los intentos de política económica de su sucesor (cuando Estados Unidos desaceleró al principio del sexenio, Fox no movió un dedo y Felipe está intentando jugar al keynesiano con políticas contracíclicas).

Es más: Felipe es un democristiano y Fox es mucho más un liberal-conservador en el sentido castellano del término.

Si recapitulamos: escogió a Paco Gil como secretario de Hacienda, un hombre con convicciones liberales durísimas; escogió a Julio Frenk como secretario de Salud, un triptofaniano divulgador que jamás cedió a las presiones de cavernarios como Serrano Limón; llevó a cabo la política exterior más digna que México ha tenido en mucho tiempo (y soy de los pocos que lo opina, puesto que todos se enamoraron de esa ideota de defender a dictadores sólo para mostrarse contestatario e "independiente" con los vecinos); no ha respetado las reglas tácitas de salir de la silla y callarse; y se ha convertido en un ardiente defensor de la globalización y la libertad de elegir. Éstas, hasta donde yo sé, son las intenciones liberales perfectas para el desarrollo (aunque no los building blocks institucionales).

¿Dónde carajos quedaron las reformas, entonces? ¿Qué salió mal?

Después de mucho pensarlo, he llegado a la política exégesis que dicta que Vicente Fox falló en reformar al país por dos razones fundamentales: porque es un hombre demasiado sincero y sobretodo, por tener buenas intenciones.

Como he repetido hasta el cansancio, aborrezco las buenas intenciones y creo que el malecón de la Estigia está pavimentado con ellas.

Un liberal no puede ser bienintencionado ni creer en las buenas intenciones de nadie. Jamás.
Un liberal cree en los incentivos de las personas (y cuida y combate los factores que pueden interrumpir su racional ejercicio, como los paradigmas o el eyo).

En una empresa, se supone que los que la conforman están incentivados a trabajar por su bien y saben que ayudar al director a cumplir sus metas mediante el esfuerzo redituará en su propio bien. A Fox se le olvidó que México no es Coca-Cola. Que en política, hay gente dispuesta a ver fracasar al país con tal de joder al que gobierna y asumirse así como la salvación (Léase "Camino de Servidumbre" porfa).

Fox no supo entender esto, y cuando lo entendió y supo que quien tanto le molestaba era el enemigo a vencer; se enraizó en una pelea estúpida y torpe. El problema no fue tanto querer terminar con López Obrador (muchos quisiéramos hacerlo con nuestras propias manos), sino que se notó demasiado y eso en política es mortal. Pregúntemne a mí, si no.

Por sinceridad y por buenas intenciones Fox se hizo pasar por un optimista paleto (esa idea de "Foxilandia" me revienta como pocas de las imbéciles creaciones de la "intelligentsia" mexicana), por un lenguardo imprudente y sobretodo, por un camorrista que a la hora de los mandrakes era un cobarde.
Muchos dicen que Atenco marcó el rumbo de un gobierno que nunca se atrevió a levantar el garrote para garantizar libertades y propiedad, con lo que sus malquerientes supieron que si no lo hacía ahí no lo iba a hacer nunca; y lo trajeron de encargo de ahí hasta el final épico-fársico de la pelea en la tribuna. Me inclino a pensar que la máxima liberal de "vive y deja vivir" se le incrustó demasiado fuerte al Chente. De hecho, ésta es una fuerte duda del liberalismo: Hasta qué punto se debe permitir la libre acción de quien está dispuesto y tiene el potencial de terminar con las libertades por las que luchamos. (Prometo un post del tema.)

Al fin y al cabo, todo el resto es cortina de humo. ¿Es inculto? Sí, pero no más que ese redomado pendejo de Tabasco que salió con peores (o supo esconder su ignorancia mejor: "por estrategia"). ¿Es mandilón? Prensa rosa. (Acabo de ponerle un nick a Olga Wornat: la Rita Skeeter del periodismo latinoamericano). ¿Lo de los hijastros? Nunca se comprobó. ¿Fraude electoral? Un asunto de fe para los colectivistas que padecen retraso mental.

El problema siempre estuvo en las buenas intenciones. Uno no puede ser bienintencionado en el juego del poder. Se pueden tener los sueños que uno quiera, pero existe una realidad, fuertemente limitada por el diseño institucional, que muchas veces obliga al jugador a usar expansiva o discretamente la horrible frase del tío Nick Mack (sí, con el que tengo una foto haciendo "Machiavelli Rocks!"). La alternativa es la ingenuidad, las buenas intenciones, los sueños color de rosa y de ahí, el camino al infierno, o más bien, el camino de la servidumbre.

Es la enorme contradicción humana para mí y el centro del nudo de la dicotomía.

Una despedida genial


Se parece mucho a My Way, pero traído a valores presentes (jejeje).

Es de Kris Roe (otra vez) vocalista, fundador y dueño de los Ataris.


"Adiós, Astoria. Encontré la llave de un tesoro enterrado.

Y aunque regresemos a casa con las manos vacías

Aún tendremos nuestras historias

de cicatrices de batalla, de barcos piratas, corazones heridos,

huesos rotos y la mejor de las amistades.

Y cuando este reloj haya filtrado su último grano de arena

Alzaré mi vaso para brindar por las memorias que tuvimos."

jueves, 27 de marzo de 2008

De Milestones Generacionales.

Cuando escuché por primera vez la música de Billy Joel debí haber tenido algo así como tres años. Mis papás compraron sus primeros dos discos de grandes éxitos (de Piano Man hasta The Night is still young) y el famoso Storm Front, que sería el componente principal del tercer disco de éxitos, además de ir a su primer gran concierto en el Palacio de los Rebotes.

Puedo decir, sin concederle lugar a las dudas, que mi infancia musical se vivió dramáticamente marcada tanto por el gran compositor del Bronx como por su contraparte del otro lado del charco (y ahora compañero de tour, Elton John).

Sin embargo, casi nunca había pensado en el fuerte referente generacional que es Billy Joel. Sus canciones marcaron sucesivamente los setenta, los ochenta y principios de los noventa; es decir, las décadas en las que los llamados Baby Boomers tomaban y se afianzaban al timón del mundo. Mucho más que esto, Billy Joel es EL referente cultural de los boomers. No sólo por haber nacido en 1949, tres años después del año considerado inicial de esta generación, sino por haberse aventado vivir toda la guerra fría como parte de su infancia, adolescencia y adultez. Esta situación lo marcó definitivamente a él y a su estilo de componer, lo cual se puede escuchar en We Didn't Start the Fire, un largo listado que sirve como apología de una generación que sus sucesores consideran causante de todos los problemas del mundo.

Y es todavía más: la canción en sí misma muestra un ambiente en el que una generación tan larga (porque es enorme) lleva un grado de complejidad que obliga a apartarla de valoraciones subjetivas. Que si fueron una generación educada por la TV (el famoso Homo Videns), que crecieron escuchando a Elvis y los Beatles, que se rebelaron contra el sistema, que abjuraron de sus religiones, que crecieron y vivieron aterrados de una guerra nuclear, que vieron desplomarse al keynesianismo, que fueron hippies, beatniks, feministas, que bailaron el rock cuando todavía tenía el roll, y que son la bronca financiera más grande que tenemos sus hijos de aquí hasta que haya que darles de comer en la boca.

De ahí, es fácil reconocer que la siguiente generación, la de los equis, que me temo considero desastrosa (después del periodo de transición de los famosos yuppies, la cola de los boomers y la cabeza de los equis) tiene por gran milestone la música grunge (sí, a Kobain, a Radiohead, a REM, similares y conexas). Aquí nadie se preocupó por apologizar los logros de su generación, puesto que en la misma apatía que fue su marca registrada se dedicaron al nihilismo, al vacío, a la no participación, al me-vale. La generación equis, que tanto enseñan en sociología, creció durante los años ochenta (sí, son los del Brat Pack), vieron nacer los videojuegos (y son adictos a ellos), su acontecimiento fundamental es el bombazo de Atlanta en 1995, vieron caer entelequias y utopías fabricadas, fueron niños en una época de cultura estridente y desvergonzada, fueron adolescentes en su tremenda resaca, aman los deportes extremos y su contradicción más deliciosa es que son separados e individualistas, y a su vez son la generación antiglobalización y "goodwill" por excelencia.

El caso aquí es que, de repente me he hallado con que la "mía propia", la generación-ye carece de un referente cultural así de fuerte. Somos una generación de transición (hay quien nos dice sandwich) y muchas de nuestras referencias son o coletazos de las generaciones pasadas o cabezazos de la generación futura.


Pensémoslo bien: mi música favorita es el rock alternativo post-grunge (vean mi lista de bandas), y tantito pop-punk del más seriecito (tipo Ataris, ya lo han visto mis dos lectores; todos tuvimos quince años).


Sin embargo, ésta no es la música de mi generación. Puede serlo de un segmento, o de una época muy en particular; pero ¿Qué pasa con nuestras primas y hermanas? ¿Dónde quedaron las boy bands, las girl bands y la basura salida de chapultepec 18 o periférico a la altura de San Ángel? ¿Qué pasa con el hip-hop, el r&b y el gangsta rap, salidos al mercado de masas tras abandonar con descaro y galanura a la vez sus nichos de mercado? ¿Qué pasa con ese ritmo tan sabrosón, vulgar y ecléctico llamado reggaetón? ¿Con la explosiva asonada de la música de banda a las casas "bien" del país? ¿Y con nuestros primos que aún son adolescentes, con sus ojos pintados, sus flecos lacios que les cubren los ojos, sus sudaderas negras, su EMOcional melancolía y los golpes de quienes los consideran farsantes y plagiarios?


Todas y cada una de éstas son las músicas que componen a nuestra generación. Y me parece bien, pero a la vez, siento que hace poco más que falta un pilar, un referente que, al igual que Billy Joel con su explícita declaración y de Kurt Cobain con su explícito silencio, le cante (y defienda) a una generación que es crítica y ácida, pero a la vez workaholic entre videos de youtube (y entradas de blog); que tiene buenas intenciones, pero lucha por convertirlas en acciones; que siente poca pertenencia a sus empleadores y a sus naciones, y por eso emigra y cambia de trabajo varias veces; que en su mayoría es bebedora consuetudinaria; que vive tecnologizada hasta la médula, pero a la vez fue la última generación cuyos niños pintaron carreteras con gises en la calle y cuyas niñas jugaban con muñecas que eran role models de adultas exitosas, no de niñas precoces; que tiene que luchar cada día por actualizar un conocimiento que siente que la rebasa a cada momento; que la marcó el cambio de milenio y los atentados del 11-S; que es financieramente consciente de que habrá de mantener a sus padres y por eso busca quedarse en casa lo más posible (y que entiende que lo de los fondos de inversión es en serio); la que quiere comerse al mundo; la que siendo preadolescente adoró a Nike y adolescente adoró a Abercrombie; la que tiene amigos en todas partes del mundo porque ha visitado o quiere visitarlas; la que al hablar inglés lo hace con el mismo acento; la de Starbucks y Krispy; la que los místicos de manera más ramplona y anodina llaman "de la era de Acuario"; la desconfiada; la abierta y promiscua; la narcisista; la tolerante y curiosa; la que se aburre y el aburrimiento la mata; la malcriada; la adicta al elogio; la que cuestiona y cambia, pero a su vez no le gusta cambiar; la que sus antecesores acusan de vivir en una burbuja y tener una autoestima inflada...
Siamo Così.

(Apéndice: La generación anterior a la de los boomers recibe el nombre de "builders": es decir, la gente que nació con crisis, creció con guerra, crió hijos con guerra fría y demás. La generación posterior a la nuestra, los zeta, los hijos de los equis, son la generación completamente inmersa en la tecnología, que tuvieron su celular a los cuatro años y cosas así.)


Para una liga que recolecta artículos de la generación ye, clic aquí

lunes, 24 de marzo de 2008

Frases Célebres

"La vida es tan buena sólo como las memorias que hagamos"
Kristopher Roe -- "Adiós, Astoria"

viernes, 21 de marzo de 2008

Eso enchila


Desde que tengo doce años, el Sindicato Mexicano de Electricistas me enchila.
Mucho.
Desde que cuando iba en sexto de primaria mi papá llevaba en el carro todos los días el Reforma y leía las declaraciones del líder, sus amenazas veladas y directas, sus insultos y su cinismo, sus mentiras tan viejas como Matusalén acerca de una supuesta (y absolutamente deseable) privatización de la industria eléctrica y sobretodo, sus contoneos con la izquierda cavernaria e incluso con el zar de ese prostíbulo colectivista flotante que se llama Cuba.
Ahora, ya no sé si arrojar más bilis o reírme del absoluto descaro con el que esta gente maneja a una entidad que se pudre por dentro y que precisa de cantidades bestiales del gobierno incluso para seguir operando.
La verdad, ya no sé qué sentir acerca de gente que amenaza con incendiar al país si no se le concede ¡equinoterapia y delfinoterapia para los hijos discapacitados de los sindicalizados!
A decir verdad, no podría estar más confundido (o más claro acerca de mis opiniones políticas) cuando uno tiene una empresa llamada Luz y Fuerza del Centro, hundida hasta el cuello, que nos pide que le agradezcamos porque todavía nos lleva la luz, muy a pesar de que cuando uno paga, se enfrenta con ocho cajas de las cuales una está abierta, con el típico burócrata de torta y refresco, que opera ¿¡Con una máquina de escribir!?
La operación de LyFC demuestra, en economía, muchísimas cosas:
1.- La absoluta superioridad de la competencia y la operación privada (por parte de gente accountable, que puede perder hasta la camisa) de una empresa.
2.- El funcionamiento de un sindicato corrompido hasta la médula. Y la demostración de lo que es un buscador de rentas.
3.- Porqué no nos hemos cruzado con un presidente que se atreva a estirar la liga contra esta gente hasta que se les rompa en la cara, requisar la huelga y poner a ese sindicato contra la ley.
4.- Y sobretodo, porqué las facturas llegan vencidas (al parecer ni siquiera son capaces de imprimirlas a tiempo), porqué a quien tiene contactos le cobran dos pesos cada bimestre, porqué la gente se jubila a los treinta y cinco y todavía se pone a exigir que la empresa nunca pueda ser declarada en quiebra. Habrase visto.

miércoles, 19 de marzo de 2008

Frases célebres

Siempre que creo que una empresa es inútil ya, hay un par de frases que me conviene recordar.
La primera dice más o menos así:
"If you are going to doubt something, doubt your own limits".

La segunda es el coro de cierta canción de Sheena Easton:

"I believe
We've found a dream that's worth keeping
For more than just a day
And even though
The winds of change may come sweeping
It's still a dream worth keeping
So don't let it fade away."


Mi trabajo en el IMEF llegó por un momento a este punto. Sin embargo, yo que doy gracias a los cielos cuando me cae un reto, me recuerdo esta frase muy seguido: Encontré un sueño que vale la pena mantener.

martes, 18 de marzo de 2008

Sobre la Sultana, la Perla y Mi Ciudad

En los últimos meses, en que he estado por aquí y por varias partes; en que he reflexionado sobre el desarrollo aquí y allá, y sobre mis obsesiones con el pavimento, me he cruzado de frente con un par de ciudades que me demuestran a mí, y sobretodo al típico mexicano escéptico y valemadres que, de alguna manera se está pudiendo (aunque otros puedan más rápido, lo cual no es el tema de este post).

El pasado octubre estuve en Monterrey, ciudad que no conocía, pero cuya fama, por supuesto, llegaba hasta acá. Go North como quien decía Go West. Acordeonazos, cabrito, lenguaje ranchero, pisteos y huerquillos por aquí y por allá, el MIT mexicano, la Carta Blanca, los sultanes, los rayados y los tigres, la macroplaza, el dolor de codo...

Cuando llegué, me sorprendí por haber creído que la ciudad se alzaba sobre un desierto, lo cual no es verdadero, ya que se alza sobre un enorme erial (y con la sierra madre en la espalda), donde el calor abraza y abrasa al mismo tiempo (i.e. "El sol de Monterrey me desnudaba para pegarse conmigo", dijo el más ilustre intelectual hijo de la ciudad)
Monterrey es una ciudad altamente pujante, e increíblemente ordenada. No hay baches, no hay tráfico, se dan el lujo de crear un riverwalk que va de un delicioso parque cargado de museos hasta un museo cargado de historia. A pesar de que han trastabillado y feo (la fuente de neptuno es una guarrada en toda la línea), a pesar de que hay zonas que no corresponden al señorío de la ciudad o de que el narco ya la agarró de matadero; Monterrey va bien y en camino.

Es el paradigma. Los regios tienen una buena razón para sentirse satisfechos, para exigir la corrección de las políticas públicas que están mal y seguir trabajando por el desarrollo de su ciudad, moderadamente bien planeada.

Y por el otro lado, vengo regresando de Guadalajara. Llevaba casi nueve años sin ir (el mítico 1999). Iba a una obligación gremial más o menos disfrazada; pero de final reconfortante y retador. Guadalajara, la de alma de provinciana, la de mis Chivas, la de los mariachis, la birria y las tortas ahogadas, la de las mujeres más guapas de México. La que según esto será sede de un Guggenheim y de una antena de trescientos y pico metros. Guadalajara, a pesar de que muchos digan que se está "achilangando", ha crecido y con ello, ha mejorado notoriamente en todos sus niveles. Se dice que es de las ciudades más competitivas de LA (en contraste, Monterrey tiene el PIB per cápita más alto de la región) y la verdad se nota. Negocios nuevos por doquier; infraestructura cuidada, un boom de construcción debido a los juegos panamericanos a celebrarse en tres años, restaurantes, gente que pasea por las galerías.

Estas dos experiencias de Go North me han hecho reflexionar acerca de dónde se cuatrapeó por completo el proyecto de Mi Ciudad. La mayoría le achacan su situación actual (una hermosa mujer cubierta de cicatrices y vendajes) a la política de sustitución de importaciones y el crecimiento hacia adentro de los años gloriosos del PRI. Hay incluso quien dice que propiciar la migración interna fue hecha con absoluto dolo por parte de los señores de Sonora y los señores de Veracruz, que odiaban como sigue odiando todo el país el centralismo chilango. Puede que haya verdad en este punto, mas según yo, hay otros factores igualmente graves: la falta de un "cinturón urbano" y sobretodo, la explosiva conjunción entre la falta de planeación y el populismo político (i.e. poner la zona de negocios con tres tejidos que la unen al resto del cuerpo y no ponerle metro) o favorecer la invasión de predios a cambio de votos.

Mientras Guadalajara y Monterrey se dedican a ser huéspedes de eventos internacionales, aquí se instrumentan políticas idiotas (i.e. pagar fiestas de quince años, poner albercas y pistas de patinaje, y ¡¡hacer a los burócratas aprender náhuatl!!), se utiliza a la jefatura de gobierno de trampolín político y se dilapida con todo dinero que no es propio.
Proponer soluciones es un proceso arduo, pero he aquí un par de ideas:
1.- Autoridad metropolitana de transporte. ¡Por favor! ¿Qué puede ser más idiota que tener dos metros y que se tenga que cambiar de estación cada que se cambia la línea estatal, donde a ambos lados gobiernan dos partidos distintos?
2.- Cero financiar deuda. Ni de la federación ni de los Estados.
3.- Inhabilitar a los jefes de gobierno para brincar a la presidencia, al menos por seis años.
4.- Barrer con subsidios, tarifas y prebendas. Cero ocupaciones irregulares. Cero transporte pirata.
Es difícil, porque el caos ya se hizo. ¿Es incorregible? No necesariamente. Aunque las dos ciudades que visité no son la capital y no tienen los problemas de la capital (o los de cualquier capital), demostraron que a pesar de la falta de planeación inicial, existe una manera de solucionar los problemas urbanos típicos. Le dicen voluntad.

Crisis de mercadotecnia para el PAN


Al igual que muchos mexicanos, suelo tomar mis decisiones de voto (o decisiones democráticas) por el partido que siempre voto, y en una rarísima excepción, por el candidato si éste está radicalmente volcado a favor de las ideas en las que yo creo (a menos claro, que con ese voto yo pudiera estar favoreciendo una ventaja de otro candidato con ideas radicalmente contrarias a las mías, y por lo tanto sus posibilidades de ganar; lo cual me hace regresr mi voto a una opción un tanto más pragmática).

Y al igual que el elevadísimo porcentaje del electorado que no pertenece a un partido político (y quien gracias a la reforma electoral ha sido marginado por completo de cualquier cargo público por esta misma situación), voto por el partido de siempre porque es de los males el menor.

Cuando confieso mis preferencias políticas (o más bien, mis preferencias electorales; pues las políticas ya las he delineado bastante en este blog), siempre comento que a raíz de mi participación en una serie de juegos de volleyball entre cuadra y escuela, me identifiqué con un partido porque siempre gritaban "Ahí está el PAN"

(Es el peor chiste que he contado en mi vida).

Siempre he votado, pero nunca he votado por otro partido que no sea el GBP (Grand Blue Party)

principalmente por las razones expresadas arriba. Es más, la idea de estamparle una cruz a otro símbolo, especialmente si es tricolor o tiene un solecito me da asco, o en el menor de los casos indiferencia por la inutilidad que esto significaría.

¿Qué puedo decir? El PAN es el único partido que tiene un equity que medio se acerca a las cosas que creo, pero más que nada, porque siempre he creído que el PRI es una entelequia cavernaria (necesaria en su momento, pero cavernaria al fin), hipócrita y cínica al mismo tiempo, que sólo le importa el poder aunque el país se hunda; mientras que su bastardo amarillo es para mí un partido bajo y prosaico, cuyas ideas se reducen a una vulgar y estúpida mentira.


Sin embargo, he de reconocerlo, el PAN no es ni por asomo un buen partido.


Es más: el PAN es un partido sumamente bisoño, formado en su mayor parte por políticos "bonachones" aunque eso no impida casos olímpicos de deshonestidad, cobardes en las reformas, imbéciles hasta lo indecible en las negociaciones y los engaños de la oposición.

Desde el pragmatismo de "ganarle al PRI como sea, aunque meta gente de él y gobierne como él" hasta el bobalicón "Vedi le fosche notturne spoglie" (alias, Coro del Yunque) con sus ideas idiotas; pasando por supuesto por el doctrinarismo que repite una cantinela aburridísima sobre la patria y la sociedad civil.

Y, no me sorprende, el PAN ha perdido casi todas las elecciones en las que ha participado en el último año.

Muchos le han achacado estas derrotas a los conflictos internos entre esas alas "pragmáticas" (a.k.a. "hay que rebasar a la izquierda por la izquierda") y las más dogmáticas (a.k.a. "estamos aquí para instaurar el reino de Dios en la tierra").


Pero también muchos liberales, entre ellos yo, creemos que el PAN se halla en una encrucijada porque ha perdido su "Brand Equity", es decir, porque ya no tiene nada que decirle a parte de sus consumidores, los shifters que compran de distintas marcas según el performance que observen. Aquí tenemos el problema: El PAN está perdido y no dice nada a nadie, salvo a la tía que pertenece a la Pía sociedad de las sociedades Pías, a los ingenuos que odian tanto a la izquierda como yo pero creen que se le puede vencer con intervencionismo estatal y políticas "que meten mano en la bragueta", a los hispanófilos y a aquellos padres de familia con impulsos totalitarios que escriben libros de texto que instan a reprimir las pasiones de uno (es en serio: se llama UNPF).


Si tantos de nosotros votamos por el PAN porque no tenemos mejor opción, pero otros tantos lo hacen porque representa a los valores castellanos y a las enseñanzas de la mamá y de la abuela; creo firmemente que una redefinición (un "reposicionamiento") de la marca "Partido Acción Nacional" es necesaria.

¿Por qué lo creo, y además creo que esta redefinición sería exitosa?

Simple y sencillamente porque hoy día crece la opción de ser liberal (libertarian en inglés). Poco a poco salimos de los nichos de mercado y nos convertimos en una alternativa real. Pregúntenle a los europeos que, según Newsweek, aun siendo pocos se animan a leer a Hayek y a Friedman y toman las banderas azules, incluso en España (Gracias RedLiberal, Gracias Libertad Digital). Pregúntenle a los republicanos ronpaulianos, con su récord histórico en captación de ganancias para un día.

Creo que es posible porque quiero un partido no reformista, sino reingenieril. Un partido valiente, del cual me enorgullezca al votar, que llegue al gobierno para tronar diseños institucionales jurásicos, para golpear monopolios y sindicatos, para proteger a la familia del Estado, para proteger a los ciudadanos de la violencia con alternativas realistas. Sobretodo, un partido que sin dejar de lado sus banderas históricas de moralidad y democracia cristiana en política social (sin ellas se desploma, aunque pido mucha más moderación), aprenda a defender la libertad más vilipendiada de todas: la libertad de hacer lo que se nos pegue la gana con nuestros recursos.

En el PAN hay liberales valiosísimos. El primero en el que pienso se llama Luis Pazos, el auténtico economista austriaco en México, con su CISLE y sus libros de divulgación (por cierto que debo hacer un resumen de uno de ellos en clase de Delint). Es como el Ron Paul mexicano (aunque Ron Paul tampoco es excesivamente liberal, si no, leamos sus opiniones sobre migración).

Él es la prueba de que hay equity para más y mejores ideas, que diferencien al PAN del mercantilismo priísta y del estatismo perredista y le catapulten con esos votantes indecisos, que quizá muchos sólo quieran lo que todos queremos, desarollo, mediante alternativas económicamente realistas.